Domingo de entrenamiento futbolero (de Zoe),
deliciosa comida familiar en una arrocería de Arturo Soria y descanso después
de haber visto algún capítulo de mis series favoritas. Y mañana, festividad de
la Almudena, patrona de Madrid.
Ayer fuimos a ver Spectre, la última de James
Bond, protagonizada por Daniel Craig y dirigida por el gran Sam Mendes. Un
mensaje de M envía a 007 a la Ciudad de México y a Roma, la Ciudad Eterna,
donde conoce a Lucía Sciarra (Mónica Belluci), viuda de un criminal, y descubre
el poder de ESPECTRE, una organización secreta para dominar el mundo. En
Austria, en una clínica de regeneración, contacta con la hija de otro miembro
de SPECTRE, Madeleine Swann (Léa Seydoux). Y juntos deben ir a Tánger, al
desierto del Sáhara y a Londres, con el MI6 en peligro de extinción, Como
escribía Jordi Batlle en Fotogramas (4/5 estrellas), está muy pensada para los
fans de Bond, por su equilibrio entre la humanización del héroe y el
espectáculo de las persecuciones (posiblemente, no visto desde Sean Connery), porque
continúa con el equipo de ‘Skyfall’ (M, Q, Moneypenny), porque la Seydoux es
una “Bond girl” a la altura de Úrsula Andress, por la mejor escena de acción
pre-créditos de la saga (en México) y por el malo (un villano tan brillante
como Christoph Waltz). Recomendable si te gustan las pelis de acción;
funcionará muy bien en taquilla.
También estuve leyendo, al aire libre, ‘El libro
prohibido de la economía’, de Fernando Trías de Bes. Premio Espasa 2015.
Mi admirado Fernando es uno de los más grandes de
nuestro país en Creatividad e Innovación. Escribe de maravilla, lo sabe todo de
marketing y tiene un enfoque sobre los emprendedores que comparto plenamente.
Le conozco de hace mucho tiempo y leo todo lo que publica, como no podía ser de
otra manera.
La tesis de este “libro prohibido” es que la
economía se percibe como una ciencia oscura y engañosa, cuando no lo es. Es
“como un cuchillo”, que puede ser utilizado para cortar pan (o buen jamón) o
para asesinar. Por ello, nos propone
darle la vuelta a una serie de conceptos (“que personalmente creo que más se
están manipulando o utilizando de forma inapropiada, partidista o interesada”,
escribe FTdB) utilizando la metodología del Análisis Transaccional de Eric
Berne: “Cuando alguien es víctima del juego, debe desvelarlo”. Esencial, en el
paso del Capitalismo al Talentismo. Y desde el mejor estilo del autor: la fina
ironía. Efectivamente, el humor (el inteligente), es una de las mejores formas
de comunicación. Por eso, se trata de un libro tan serio (que muestra un cambio
de época) como divertido.
Fernando comienza con lo que mejor se le da, el
marketing. 18 conceptos que hay que replantearse, entre ellos el del propio
marketing (que se ha convertido en “cómo engañar sin mentir”) y los de
necesidad (“carencia irrelevante que el marketing convierte en deseo”), proceso
de compra (“momentos que las marcas incentivan”), prescriptor (“comisionista
freelance”), servicio técnico (“proceso disuasorio para reponer antes que
reparar”), fecha de caducidad (“acelerador de reposición”), compra por impulso
(“intercambio no previsto entre emociones por dinero”) o gratis (“regalo en
dinero varias veces inferior al aparente”) . Una de las mejores frases del
libro es “Zara ha desarrollado el eje de su estrategia en la obsolescencia”.
Después, Fernando se adentra en la Hacienda y el
Gobierno. 25 conceptos, de los que quisiera destacar impuesto de patrimonio
(“impuesto que tiene como objetivo gravar lo que queda después de haber pagado
todos los impuestos”), sucesiones (“impuesto mediante el cual, pasadas varias
generaciones, todo acabará siendo propiedad del Estado”), escala progresiva
(“forma de tributación desproporcionada”), subida fiscal (“incapacidad política
para que paguen justos por pecadores”), inflación (“impuesto encubierto,
impuesto de los pobres”), endeudamiento público (“anticipo de futuros
impuestos”), BCE (“principal cómplice de la ineficiencia y el dispendio de los
gobernantes”), tarjeta de crédito (“truco para que el PIB de un país sea un 8%
mayor de lo que debería ser”), IPC (“el mayor de los misterios de la economía”)
o tasa de paro (% de personas que no sabemos qué hace”).
El tercer bloque es el de los Bancos (“empresas
que tienen la exclusiva gubernamental de prestar un dinero que no es suyo”),
con su departamento de riesgos (“que deniega el crédito a personas y empresas
igual de endeudadas que el propio banco”), hipotecas (“créditos personales
disfrazados de proyectos familiares”), ingeniería financiera (“utilización de
técnicas de marketing para que el inversor no haga preguntas”), clientes con
números rojos (“el crédito más rentable de las entidades financieras”) o banca
online (“invento para que los clientes paguemos por trabajar”). El autor
concluye: “La banca siempre gana. Tiempo atrás, los bancos quebraban. Ahora han
aprendido a ejercer su poder. De la mano del poder, la quiebra es imposible”.
Too big to fail.
¿Y qué decir de las empresas (“organizaciones a
las que se asigna personalidad jurídica para proteger el patrimonio de sus
propietarios”), de las fusiones, de los concursos de acreedores (“coma
inducido, en el 95% de los casos irreversible”), de las quiebras (“destino de
toda empresa, que se produce bien por causas naturales bien por asesinato”), de
la gestoría administrativa (“profesionales que dan cobertura contable a las
necesidades personales de los propietarios de las pymes”), de los dividendos
(“síntoma de la imposibilidad de seguir creciendo de forma rentable”), de las
provisiones (“set de maquillaje para la cuenta de pérdidas y ganancias”), del
CEO (“persona que manda más que los accionistas y ostenta un poder casi
absoluto”), de las sinergias (“palabra mágica para que nadie ponga en duda lo
que dices, aunque no tengas ni idea de lo que hablas”), del bonus (“valor
económico de la desconfianza”), del capital humano (“conocimientos y
habilidades que las empresas pretenden estandarizar para no depender de las
personas”)?
Fernando dedica el penúltimo capítulo a los
emprendedores (“empresarios, solo que unos años antes”). Madera de
emprendedor/a es “estar dispuesto a tener problemas”. Su modelo de negocio es
“cómo nos vamos a relacionar con quien nos rodea”, los socios son “ un recurso
innecesario en la mayoría de las ocasiones, que se busca por miedo y suele ser
la causa nº 1 de la disolución del negocio”, el plan de empresa un “autoengaño
por escrito para evitar que la realidad no eche por tierra un sueño” y los
business angels (“demonios disfrazados de angelitos con alas”). En este
apartado están mis definiciones favoritas: fracaso (“opinión ajena sobre los
propios logros”), éxito (“simplemente, el acto de emprender”) e
internacionalización (“la última opción del emprendedor español”).
El bloque final lo centra el autor en la economía
(“una disciplina que permite cuestionarlo casi todo”). El monopolio es “la
dinámica natural a la que conduce la dinámica competitiva”, el equilibrio de
Nash y el dilema del prisionero llevan a las empresas a pactar. Un premio Nobel
de Economía, “un investigador que todavía no ha descubierto las excepciones a
su teoría” y un gurú, “un timador que vive de la ignorancia ajena”. FTdB nos
recuerda el libro ‘Carta abierta a los gurús de la economía que nos toman por
imbéciles’, del economista francés Bernard Maris, asesinado en el atentado a
Charlie Hebdo el 7 de enero de 2015. El concepto de crecimiento ha de ser
revisado, porque excluye la dimensión psicológica y emocional del ser humano.
Las burbujas se repiten sistemáticamente por pensar que “esta vez es distinto”
y la Bolsa es “un casino que abre durante el día”.
Mi admirado Fernando se reservaba para el final
una grata sorpresa. Mencionar a un catedrático de Salamanca a quien leyó y
admiró, pero no tuvo oportunidad de conocer (murió prematuramente, a los 59
años): el Dr. David Anisi. Un servidor tuvo el honor de ser alumno suyo en la
UAM y aprendí muchísimo de él, tanto de su sabiduría como de su forma de vivir
la vida. David publicó ‘Creadores de escasez’ (1995). En ese magnífico texto
definía el poder como “el ejercicio de apropiación del tiempo de los demás”,
que se mide como “relación entre el tiempo de los demás y el tiempo necesario
para conseguir esa movilización”. Distinguía entre poder jerárquico, que “se
sustenta en la autoridad, y en último caso en la fuerza”, poder valorativo, que
“se sustenta en el respeto y en última instancia en la convicción” y poder de
mercado, que “se sustenta en la capacidad de compra y en última instancia en el
dinero”. Fernando Trías de Bes coincide con David Anisi en que la pobreza “es
una consecuencia política, no un problema que los economistas no sepamos
resolver”.
Gran libro, extremadamente recomendable. En este
cambio de era, hacia el “Human Age”, conviene reescribir las reglas del juego,
y Fernando Trías de Bes lo hace con maestría. Creo que es el contrapunto (al
otro lado del espejo) de ‘Las finanzas en una sociedad justa’ del premio Nóbel
Robert Shiller (Deusto, 2012). Gracias, Fernando, por esta reflexión tan
profunda, presentada de forma tan entretenida.