Este
soleado y agradable fin de semana “toca” leer dos libros espléndidos de
Economía: ‘En busca de la properidad’, de Javier Andrés y Rafael Domenech, y
‘Acabemos con el paro’ de Daniel Lacalle.
Tarde de cine. He ido a ver ‘Sinsajo.
Parte II’ en versión original subtitulada. El término icónico “Mockinjay” es
más sonoro que la palabra en castellano, “Sinsajo”. Concebido como un cruce
entre el “mockingbird” (ruiseñor, sinsonte) y la “jabberjay” (un pájaro inventado,
suma de “arrendajo” y “farfullar”; esto es, “charlajo”). Pilar Ramírez, la
traductora de ‘Los juegos del hambre’, se inventó Sinsajo como mezcla de
“sinsonte” y “arrendajo”. Creativo, sí, pero no suena muy cinematográfico.
Enrique
Alpañés recogía hoy en ‘Tentaciones’ de El País que los propios protagonistas
de la película consideran que trata temas políticos y sociales muy actuales,
como:
-
Los realities han ido demasiado lejos. “Es una versión extrema de la
televisión”, explica Josh Hutcherson (que interpreta a Peeta Mellark).
Candidatos, entrevistas, polémica, más y más sangre…
-
La guerra se emite en directo. “Todo está grabado y editado, liderado por un
asesor de comunicación”, cuenta Jennifer Lawrence (Katniss Everdeen en la
saga). La imagen, bélica y de los políticos, lo es todo.
-
El futuro tiene nombre de mujer. Stephen King definió a la “Sinsajo” como
“nombre cursi, chica guay”. Una líder vulnerable, no siempre con las ideas
claras, que hace lo correcto y es cercana. Nada que ver con los tiranos Snow
(Donald Sutherland) y Alma Coin (Julianne Moore, con un puntito Hillary).
-
La importancia de la moda. Juegos (competición, lúdico) y vestimenta. Jennifer
Lawrence, la actriz mejor pagada en la actualidad, es imagen de Dior.
-
La realidad supera a la ficción. La Junta Militar tailandesa detuvo a 8
estudiantes por hacer el saludo del sinsajo (3 dedos juntos).
La
cinta es entretenida, un homenaje al difunto Phillip Seymour Hoffman (Plutarch
Heavensbee), que al final se sale con la suya.
Ya
en casa, he visto el primer episodio de la temporada 41 de Saturday Night Live,
con Miley Cirus y, sí, Hillary Clinton. Muy divertido. Así es la “sociedad del
espectáculo”, en la que l@s politic@s se autoparodian.
Demografía
empresarial. El pasado jueves se presentó una investigación de José Carlos
Fariña y Elena Huergo (Universidad Complutense) para Fedea: la empresa española
tiene de media 4’6 empleados; la italiana, 5’8; la británica, 10’4 y la
alemana, 12. Si el tamaño medio se acercara al de nuestros vecinos, la
productividad crecería un 15% y el PIB lo mismo. Las empresas más grandes “son
más intensivas en capital físico, humano y tecnológico, más propensas a
exportar, acceden más fácilmente a la financiación y son más innovadoras”. El
estudio también demuestra una clara correlación entre inversión en I+D y
supervivencia. En nuestro país, solo el 40% de las empresas nacidas hace cinco
años siguen vivas.
El libro ‘En busca de la prosperidad. Los retos
de la sociedad española en la economía global del siglo XXI’ de Javier Andrés y
Rafael Doménech (catedráticos de la Universidad de Valencia) es magnifico. Un
análisis de lo más profundo de lo que nos pasa y de cómo remediarlo.
Desde un enfoque dinámico y macroeconómico, “las
debilidades de España no son resultado del azar o de nuestros genes”. Lo que
ocurre es que tenemos una bajísima tasa de empleo y una productividad muy
deficiente porque “utilizamos poco y mal el factor trabajo”. Producimos mucho
menos por hora trabajada (3-4% menos que EEUU y la UE-8). Es una cuestión de
capital humano (nuestros niveles educativos de la población activa son un
25-36% menores que los de las economías desarrolladas). Brechas del 20% en
tasas de empleo, capital humano y capital tecnológico por descuidar tres
factores: mercado laboral rígido, población activa poco formada y poca
inversión en I+D (tamaño poco adecuado). “Cuanto menor es el porcentaje del
empleo en empresas pequeñas o microempresas, mayor es la productividad de la
economía”. Sí, la productividad de las empresas grandes (más de 250 empleados)
es tres veces superior a la de las empresas pequeñas.
Más y mejor empleo. Tenemos un mercado laboral de
dualidad extrema en la contratación, que no incentiva la formación en el puesto
de trabajo, un diseño inadecuado de las políticas activas y pasivas (gastamos
poco y mal). El paro en España es extraordinariamente volátil (evidentemente,
por mala gestión). “Nuestro mercado de trabajo se ajusta vía cantidades,
destruyendo y creando empleo”, en lugar de hacerlo por otras vías. “La flexibilidad
en la contratación es deseable cuando está bien diseñada y aplicada”. La tasa
de desempleo juvenil duplica la media en los países de la OCDE, y también en
España. Ocurre, evidentemente, por “el desajuste entre las habilidades de la
oferta de trabajo y las necesidades de la demanda por parte de las empresas”.
De nuevo, la importancia de la formación y del capital humano. Los autores
demuestran que “las relaciones laborales en España estaban diseñadas para el
mundo anterior a la globalización”. El gasto en políticas activas por cada
punto de desempleo es en España la mitad que en la OCDE. Si se hiciera mejor,
habría ahorros en las prestaciones de desempleo. En políticas pasivas, el país
gasta demasiado… y mal.
Mercados,
dimensión e internacionalización empresarial. “Durante años, España ha creado
empleo a base de gastar por encima de sus ingresos, aumentando el endeudamiento
exterior”. La internacionalización no puede imponerse por decreto: es cuestión
de dimensión empresarial (la correlación entre tamaño empresarial y PIB/hora
trabajada es más que evidente) y de lo escasas que son nuestras empresas
grandes (efecto composición). Si el tamaño medio de la empresa española fuera
el de Alemania, seríamos un 15% más productiva. El tamaño es debido a la calidad
de las instituciones, al acceso a la financiación y, por supuesto, al talento
(los Dres. Andrés y Doménech nos recuerdan la conexión entre distribución de
capital humano y el talento para dirigir empresas medianas y grandes, como
demostró el premio Nobel Robert Lucas). El tamaño de la empresa es el
determinante más relevante de su internacionalización (Mónica Correa y Rafael
Doménech, 2012). Respecto al capital tecnológico, las economías de escala
aprovechan mejor el I+D+i.
Un sector público ineficiente. “La baja
fiscalidad indirecta y el elevado peso de las cotizaciones sociales imponen un
coste relativo sobre el trabajo respecto a los bienes de consumo muy superior
al de otros países europeos”. El tamaño del sector público depende de las
preferencias sociales, del desarrollo económico y la estructura demográfica y
de la eficiencia de los servicios públicos. La ciudadanía cree que se pagan
demasiados impuestos. El gasto público productivo ha seguido un patrón
descendente en los últimos 10 años. España destina a educación un 1% menos de
su PIB que la media de la OCDE. Respecto a los ingresos, es mejorable la
eficiencia del sistema impositivo.
Instituciones, capital humano y desigualdad. Los autores
parten de las tesis de Acemoglu y Robinson (2012) sobre instituciones inclusivas
y extractivas. Las segundas son el “crony capitalism” o capitalismo de amiguetes.
En España hay escaso control de la corrupción. Respecto al capital humano, baja
calidad. Y mayor desigualdad (el índice de Gini ha empeorado).
Excelente texto. Tan riguroso como bien escrito. Mi
gratitud a Javier Andrés y a Rafael Doménech.
Mi frase favorita del libro es “Algunas empresas
fracasan o no crecen porque el capital humano de las personas con responsabilidad
de dirección y gestión son insuficientes”. Es como si ‘En busca de la
prosperidad’ fuera una precuela de ‘Nuevo Management para Dummies’. El talento
que no sea aprecia, se deprecia, y la empresa que no crece (que no sabe, puede
o quiere crecer), se muere.
El diagnóstico está hecho. A ver si nuestro país “se
pone las pilas” para elevar seriamente el tamaño de sus empresas, creando
empleo desde una mejor calidad directiva.