Jornada entre Madrid y Barcelona, entre
reuniones comerciales y reuniones internas ultimando los dos próximos días con
centenares de compañer@s en la ciudad condal.
He lamentado mucho el fallecimiento de D.
José Barea, maestro de economistas. Los que tuvimos el honor de conocerle, nos
quedamos con su rigor, su integridad, su particular modo de tratar y de
explicarlo todo. Hoy Federico Jiménez Losantos escribía esto sobre el profesor
Barea en Libertad Digital:
“Ha muerto Pepe
Barea, un gran servidor público, un español eminente, la clave o el símbolo de
la mejor época de nuestra economía en el siglo XX y, por supuesto, en este XXI,
que, con Zapatero y Rajoy, parece empeñado en hacer exactamente lo contrario
de lo que hizo Barea en los dos primeros años de Aznar en el Gobierno, unos
años que fueron la base de la década de prosperidad que vino después y… se fue.
Seguramente para no volver más.
Conocí a Pepe Barea justo
cuando dejó la Moncloa, en 1998. Había muerto Antonio Herrero y a Luis le
correspondió la ímproba tarea de suceder a su gran amigo, un hombre sin
sucesión posible, y a mí me tocó suceder a Luis, que es lo último que se me
habría ocurrido: ¡dirigir un programa de radio! ¡Qué horror! Pero me puse a
ello e inventé una hora más en La Linterna, dedicada a la economía. Yo
estaba convencido de que se podía hacer un espacio riguroso y didáctico, con
anuncios publicitarios que lo sustentaran y con el interés suficiente para
seguir y entender los asuntos económicos. No se había hecho nunca en la radio,
pero eso mismo me permitió contar con los mejores economistas de España, a la
cabeza de los cuales estaban Juan Velarde y José Barea. En los cinco años en
que hice La Linterna de la Economía aprendí mucho y de todos,
como lo hizo un joven que se inició también en ese programa y que se llamaba -y
se llama- Dieter Brandau.
Con Barea no sólo hablaba en el
estudio sino, sobre todo, en los viajes. Era de una vitalidad tremenda, de
posguerra. Y aún recuerdo una noche en Asturias, en la que, al terminar el
programa, los de la emisora nos habían preparado una gran cena que pensamos se
quedaría en el mantel. ¡Qué va! Con diente y de lobo pudo con un filete
asturiano, o sea, tremendo, de carne vacuna y un apoteósico arroz con leche,
que repetimos. Iba con su esposa, tan amable como él, y entre las muchas noches
y los muchos viajes que hicimos por entonces, es de los pocos que me han
quedado en la memoria, quizás porque hablamos hasta las dos de la mañana de su
época monclovita, ya pasada y que algunos empezábamos a echar de menos.
Barea no era un liberal, era un
profesor más bien ecléctico, como todos los de su generación, y con una idea de
la contabilidad que, como decía Recarte, casi nadie entendía pero todos
respetaban. Podríamos definirlo hoy como un socialdemócrata o un
social-liberal, pero era algo mejor: un servidor público íntegro que
tenía claro que el ciudadano no está para servir al Estado sino el Estado para
servir al ciudadano. Y que eso se demuestra asegurando los servicios sociales
sin subir los impuestos, porque hacerlo equivale ni más ni menos que a rebajar,
disminuir o anular su libertad.
La clave de esto es sencilla:
no gastar más de lo que se ingresa y gastarlo en lo realmente necesario, no en
la fantasmagoría de un servicio público que se sirve de lo público para dar al
poder político la capacidad que niega al pueblo. Para eso no hace falta ser
liberal. Hay que ser honrado y, por supuesto, inteligente. Barea fue ambas
cosas. Pero además hay que tener lo que no ha tenido nadie después: un
presidente del Gobierno como el Aznar del principio, que ajuste la política a
la realidad, no la realidad a la política.
Percival Manglano, consejero de
economía con Esperanza Aguirre, da hoy en Libertad Digital el mejor resumen de
la tarea política de aquel primer gobierno del PP en el que Barea recortaba
gastos y Aznar lo respaldaba: España pasó de 1995 a 2000, del 6% de déficit del
PIB al 0´8. Y la clave fueron los dos años en la oficina económica de la
Presidencia del Gobierno de don José Barea. España acabó con la ruina felipista
y logró entrar en el euro sin hacer trampas. Luego, como decía don José, el
raro y enigmático Presidente Aznar se dedicó a la política, que era lo que le
gustaba, y él se volvió a dar clases ya en la radio, nuestra radio, que era una
forma de seguir enseñando economía, en forma de debate diario y al hilo de la
actualidad. O sea, como, en mi opinión, se debe enseñar economía.
Pepe Barea, don José Barea, es
un ejemplo de ese servidor público que hoy echamos en falta. Alguien que
respete la aritmética más que la política cuando de números se trata y al
ciudadano común más que al político cuando se trata de gastar. Descanse, pues,
en paz el economista de la tijera, el compatriota que algunos tuvimos la suerte
de tratar y cuya ausencia es una más entre tantas, tantísimas ausencias como se
nos agolpan en España.”
He estado leyendo un libro muy interesante
sobre la Madre Teresa de Calcuta, escrito por Monseñor Leo Massburg, uno de sus
ayudantes más cercanos. Monseños Maasburg acompañó a la Madre Teresa en
numerosos viajes, y destaca de ella su “santa audacia”. “"Con su munición de
Medallas Milagrosas de la Virgen, que repartía a manos llenas, y su determinación
por cambiar el mundo persona a persona la Madre Teresa se ha convertido en un
icono de la caridad del siglo XX. Las 50 historias de este libro tienen lugar
en diversos continentes y épocas; su estancia en la Unión Soviética, durante
los terremotos de Armenia de 1988, será un descubrimiento para los lectores.
'La Madre Teresa era una misionera de los pies a la cabeza, que veía la
omnipotencia de Dios y el amor de Jesús actuando en todo y en todos', escribe
Leo Maasburg. Este es un libro para todos aquellos que quieran un retrato
íntimo de esta santa de la Iglesia Católica.”
Sí, todo un
descubrimiento. Sumamente interesante.
Mi gratitud a
estos dos líderes, el profesor Barea y la Madre Teresa.