Admiro mucho a Antonio de la
Torre, ese actor y periodista malagueño de 45 años que pronto estrena La gran familia española, de Daniel
Sánchez-Arévalo. En esta película, interpreta a un hombre maduro con bajo
estado de ánimo por culpa de un amor desgraciado. Es “un papel que cuesta
interpretar, porque hay que echar de malos recuerdos, de cuando te han
abandonado y de lo que has sufrido. Encarnar el desamor, aunque sea en una
comedia, no es agradable”, le comentaba a Juan Luis Álvarez en una entrevista
en el Magazine el pasado domingo 25.
Antonio de la Torre comenzó
como presentador de informativos deportivos en Canal Sur Radio y Canal Sur
Televisión, en Andalucía. Se formó con la coach Cristina Rota y tuvo su primera
oportunidad en el cine con Los peores
años de nuestra vida, de Emilio Martínez Lázaro (1994). Hizo series de
televisión (Padre Coraje; Lleno, por
favor) y cortos con Daniel Sánchez-Arévalo, que le dio un papel importante
en AzulOscuroCasiNegro (2006) con el
que ganaría el Goya al mejor actor de reparto. También ha contado con él Álex
de la Iglesia (secundario en Muertos de
Risa, 1999 y La Comunidad, 2000).
El director vasco le dio un papel protagonista en Balada triste de trompeta (2010), y también recibió una nominación
a los Goya.
En 2009, Daniel
Sánchez-Arévalo contó con él para Gordos.
Antonio de la Torre tuvo que engordar 33 kilos (“no ligaba nada de nada. Es que
ni me miraba”, ha comentado). Segunda nominación a los Goya.
Al año siguiente, 2010, tres
películas: La Isla Interior, Lope y la mencionada Balada triste de trompeta. En 2011, Carne de neón, Primos (con Daniel
Sánchez-Arévalo) y La chispa de la vida (con Álex de la
Iglesia). El año pasado, Grupo 7 e Invasor (nominado al Goya por ambas
películas, como actor principal y de reparto). Y este año, Los amantes pasajeros de Pedro Almodóvar y Caníbal de Manuel Martín Cuenca.
En su nueva película, La gran familia española, Antonio de la
Torre es Adán. Un personaje romántico, como es él en la vida real. “Ahora ya no
me da ningún pudor admitirlo. Soy un soñador tonto y bobalicón que quiere vivir
siempre enamorado”, decía en la citada entrevista. “Doy mucha importancia a lo
afectivo, a lo que llaman el lado femenino, que me da mucho apuro decir que
tengo, por respeto a las mujeres, que no tienen que compartir lado con alguien
como yo”.
Según él confiesa, a Antonio
le gusta compartir sin sentimientos. “De hecho, lo necesito. Quiero contar lo
que me pasa, y si no lo hago es porque vayan a pensar que soy un pesado o un
intenso. Creo que en ese sentido he madurado y me acepto cada mejor”. Para
hablar de amores, prefiere que sus interlocutores sean mujeres. “Me comprenden
mejor. O por lo menos intento que haya una que me entienda”.
Este gran actor es un
defensor de la pareja, “partiendo de la base de que todos nacemos y morimos
solos y que esta debe acompañarte en tu viaje y tú en el suyo, pero no como un
fin en sí mismo. Hay gente para la que conseguir pareja se convierte en una
obsesión. Son los que asumen como propio lo de la media naranja. Eso no es así.
Nadie completa a nadie, pero compartir la vida con otra persona de una forma
tan troncal es algo maravilloso”.
¿Qué admira de las mujeres?
“La ternura. La capacidad de fidelidad. Eso que tienen que les permite tejer a
su alrededor una especie de nido donde te encuentras arropado. Está muy
relacionado con su capacidad para dar vida y formar una familia. El embarazo,
dar el pecho, nutrir a tu bebé con tu propio cuerpo, debe de ser emocionante”.
Lo único que le desconcierta a veces son sus bruscos cambios de humor. “La
mujer actual es maravillosa, hermosa. El futuro es suyo porque se lo han currao aun cuando no se le han puesto
las cosas fáciles. Me llevo muy bien con ellas”. Al final se trata de buscar “que
la elegida me haga sentir especial, que es lo que queremos todos”.