19 días... sin 500 noches


Todavía esta mañana de jueves, con mis buenos compañeros de Ecuador, hemos hecho una propuesta de Balanced Scorecard – Cuadro de Mando Integral al comité de planificación de una organización muy importante en el país. No sé cómo todavía la Estrategia en la gran mayoría de las empresas queda relegada a un plan (es decir, a un documento estéril, según la filosofía de Michael Porter et al) y no se convierte en una visión ilusionante, vibrante, compartida, que genere entusiasmo. Pintar el futuro que nos gustaría para valientemente alcanzarlo.
Y después, escopeteados, al aeropuerto Sucre (son más de 90 minutos de viaje desde el centro de Quito) y de vuelta a España. Escala en Guayaquil y más de 12 horas de viaje para llegar a media mañana.
Han sido 19 días (19 días y 500 noches, cantaba Joaquín Sabina en aquella famosa canción) en un país maravilloso, educado y acogedor como he visto muy muy pocos, que todavía no pone en valor como debiera su patrimonio cultural, su carácter emprendedor y su nobleza. Un país pleno de gente extraordinaria, de un enorme talento humano.
Le estoy muy agradecido a todos aquellos que me han hecho una estancia muy especial y han ayudado en mi proceso de transformación personal (tal vez estar en el centro del mundo, en la latitud 0, ayude mucho). Al NataCaffe, la cafetería de debajo de mi apartamento, abierta desde las 7 de la mañana, que me ha provisto de ese wifi provisional tan necesario durante la estancia. A Radio Gitana, la emisora de música en español y noticias positivas, una demostración de radio que ama lo nuestro (he recuperado mucha música de los 80 y muchas baladas), que me ha acompañado por la mañanas. A Arpegio, el canal de televisión exclusivamente de música clásica, que ha servido de banda sonora mientras estaba en casa. Al videoclub de la calle González Suárez (Quito está llena de videoclubs donde la gente no alquila DVDs, sino que los compr), que me ha provisto de una docena de cintas. He vuelto a ver grandes títulos como Up in the air o El Atlas de las nubes, me he reído con Nosotros los nobles, Dos más dos y La gran boda, me han gustado Objetivo: la Casa Blanca o The Call (de las que me han defraudado, prefiero no hablar). Me he visto la primera temporada completa de una serie impresionante, The Newsroom (gracias, Alejandro, por presentármela el verano pasado en la Riviera Maya), un homenaje a los periodistas íntegros, honestos y valientes (para un servidor, en ese sentido un icono es mi buena amiga Susanna Griso). Y me han acompañado los cuatro DVDs de La felicidad y sus causas (gracias, Santi, por este regalo), además de una veintena de libros. Alimentos muy saludables para forjarme.
Lo mejor, como siempre, las personas. He tenido la oportunidad de charlar con grandes empresarios como Rafael, presidente de la Cámara Oficial Española de Comercio e Industria de Quito y organizador del Campus Party de Quito (todavía no sé si seré conferenciante en este magno evento de septiembre, pero la invitación está hecha por su parte); con Marcia, la Directora Ejecutiva de la Cámara (un ejemplo de bien hacer); con Giovanny Cárdenas, el máximo exponente del derecho deportivo del Ecuador; con amigos como Ana y Álvaro o como Katty; con la gente de Byron y después de Marianita, los profesionales del Instituto Ecuatoriano de la Seguridad Social (una dirección de 260 personas que perdió de la noche a la mañana a 120 de sus integrantes y que me ha demostrado una hidalguía, una lección humana de entrega, imposible de olvidar)…
Y muy especialmente a Karla, a su marido Alfonso y a Pancho. ¡Vaya trío de Reyes Magos! Qué personas tan generosas, tan serenas, tan encantadoras, tan impresionantes. Necesitaría varias vidas para corresponder a su hospitalidad. Sois un modelo de bondad, de verdad y de belleza como seres humanos.
En fin, 19 días sin 500 noches. 19 días de aprendizaje intenso, de un modesto servicio a los demás y de indagación personal. 19 días en los que, lejos de seres queridos, me he determinado a valorar lo que es más importante en nuestras vidas.
Sé que regreso, después de haber dormido lo más posible en el avión, desde un continente lleno de proyectos y de ganas de salir adelante a una vieja Europa que se lamenta de lo que ha perdido (básicamente, un capitalismo feroz con muy poca solidaridad), que se alimenta de chismes, de casos de corrupción, de tijeras que reducen el bienestar (educación, sanidad, justicia), de banalidades de personajes que son famosos sin que aporten otra cosa que malestar. De inseguridades individuales y colectivas de quienes, por tratar de mantener el confort material, se arrancan la mitad de su alma. Nada es casual. Como estoy optimista (el optimismo, ya sabes, no es algo que un@ es, sino un estilo explicativo de la realidad que debe decidir libre e inteligentemente), confío muy de veras en que la cosa cambie y cada un@ protagonice, como decía Gandhi, el cambio que desea ver en el mundo.
Hasta entonces, mi profundo agradecimiento a los ecuatorianos (incluyendo a l@s millones que han tenido que dejar a sus familias para sacarlas adelante desde España y otros países, colaborando con que nuestras familias estén atendidas al máximo), un país que ama la vida y que nos da, desde la humildad, grandes lecciones para vivirla mejor.