Ayer por la
tarde estuve viendo en DVD Coriolanus. Se
trata de la primera película dirigida (y producida) por Ralph Fiennes, rodada
en 2011, con guión de John Logan (Gladiator,
El último samurái, Un domingo cualquiera) basado en la magna obra de
William Shakespeare. Coriolano es Cayo Marcio, general romano de gran éxito en
sus campañas militares a quien Roma no concede el título de cónsul. Pacta con
su gran enemigo, Aufidio (Gerard Butler) asediar Roma por venganza. Impresionantes
las interpretaciones de Vanessa Redgrave, como la madre de Coriolano, Volumnia,
Jessica Chastain (ahora de moda por La
noche más oscura) como Virginia y Brian Cox como el senador Menenio.
Esta obra del bardo, hasta ahora no llevada
al cine, me ha recordado mi libro Shakespeare
y el desarrollo del liderazgo, que simula un taller con las obras (en
versión cinematográfica) del mismo. Subtitulado El misterio de la naturaleza humana, en ese texto se propone a los
directivos participantes en el taller que vean juntos Hamlet, Otelo, Macbeth, Romeo y Julieta, Marco Antonio y Cleopatra,
Enrique V, Julio César, Ricardo III, Trabajos de amor perdidos, Tito Andrónico…
Los temas (dos a dos) son El poder y el miedo, El manejo de la ira, Los celos y
la intriga, Las profecías que se cumplen, Elegir para el tándem, El éxito en la
sucesión, La felicidad y la pasión, La influencia honesta, La duda y la
vergüenza. Es uno de los libros de los que me siento más orgulloso. Ojalá algún
día se convierte en un taller de verdad para mejorar nuestra naturaleza.
El “Coriolano” del fútbol mundial es sin
duda Mourinho. Ayer, mi admirado John Carlin escribía sobre él en un artículo
titulado El hijo del infierno. Parte
del descubrimiento del esqueleto de Ricardo III (el monarca con mayor fama de
malvado) que, si hubiera ganado la batalla de Bosworth, habría impedido la
coronación de Enrique VII. Gail Collins, periodista del The New York Times, imagina una reivindicación histórica similar
para Mitt Romney dentro de 500 años. Y Carlin hace lo propio (aquí y ahora) con
Mourinho. “Imaginemos que de aquí a 100 años un mourinhista ferviente roba los
huesos del cementerio donde le han enterrado, desaparecen, y son encontrados
400 años después por un equipo de arqueólogos excavando debajo del coliseo en
ruinas conocido en su día como el Estadio Bernabéu.
La historia, lamentablemente, habría
vilificado a Mourinho. Igual que Ricardo III, sería recordado como un
narcisista resentido, sediento de poder y gloria, un personaje tiránico guiado
por el principio de que el fin justifica los medios. Pero, como Ricardo,
tendría sus defensores. Surgiría una Sociedad Mourinho que diría que fue un
incomprendido, que, como mantiene la Sociedad Ricardo III de su rey, the
Special One en realidad fue un hombre luchador, valiente, justo y
trabajador.” En 2613, siempre según John, los mourinhistas dirán
que “fue víctima de una campaña de difamación, de una conspiración bien
orquestada”. Y concluye: “Como con Ricardo III,
como con Mitt I, como con la política y el fútbol y la religión, hoy y siempre,
cada uno se aferra a su verdad y la razón o la evidencia empírica son lo de
menos. Poca gracia tendría la vida si no.”
En aquel libro sobre Shakespeare sostenía (y
sigo sosteniendo, años después) que el bardo no es el actor que menciona la
historia, sino que muy probablemente Shakespeare fue “una academia” liderada
por Sir Francis Bacon. Es imposible que un solo dramaturgo –y aún más, un
iletrado- escribiera 37 obras tan maravillosas como aquél que llamamos
Shakespeare (la tesis, dando fama a Oxford, la hemos visto recientemente en la
película Anonymous).
Precisamente, en el número de febrero de Filosofía Hoy podemos leer un especial
sobre Francis Bacon. Fue el primer empirista (inventó el método inductivo) y un
gran pensador social (“solo podemos dominar la naturaleza si la obedecemos”)
que tomó partido por Isabel I (probablemente, “la reina virgen” era su madre,
que lo llamaba “el pequeño Salomón”) y por el Conde de Essex (su hermano).
Defendido por Voltaire, dijo de él: “Es un hombre tan grande que he olvidado
sus vicios”. Un hombre íntegro, un profundo científico y (si Shakespeare no fue
más que su testaferro) uno de los misterios más importantes de la historia. Con
Filosofía Hoy se incluye Novum Organum de Bacon, que voy a releer
encantado. Muchas gracias a Amalia Mosquera, de Globus Comunicación, y a su
equipo por esta revista, y por supuesto a Francis Bacon, que me tiene entre sus
mayores admiradores.
“Quien no quiere pensar es un fanático;
quien no puede pensar es un idiota; quien no quiere pensar es un cobarde”
(Bacon). Ninguna de esas tres categorías se animaría a desarrollar su talento
en un proceso de coaching.