Esta festividad de la Almudena (día no laborable
en Madrid capital) he aprovechado para escribir textos del próximo libro y para
acompañar a mi hija Zoe a una fiesta de cumpleaños de una compañera de colegio
en el Centro Comercial Plaza Norte.
“La corrupción puede acabar con el país”. ¿Quién
ha pronunciado ayer esa frase? ¿Barack Obama, con motivo de su reelección?
¿Nuestro presidente del gobierno, Mariano Rajoy, a la vista de escándalos como
la tragedia del Madrid Arena, los pagos a partidos en distintas comunidades
autónomas o el inicio de la campaña de las elecciones catalanas? No. Ha sido Hu
Jintao, el todavía presidente de la República Popular China, en el discurso de
apertura del XVIII Congreso del PCCh. “Si no somos capaces de gestionar bien
este problema, podría ser fatal para el partido y causar incluso el derrumbe
del partido y la caída del Estado”. ¡Qué gran verdad!
Hu lanzó esta advertencia ante los 2.200
delegados, llegados de todo el país, que asistirán al nombramiento de Xi
Jinping como secretario general en sustitución de Hu Jintao, y en el próximo
marzo como presidente. La corrupción en China es fuente de numerosas protestas.
Hu ya lanzó esta llamada de atención en 2002 y en 2007, pero ahora Bo Xilai, ex
secretario general del PCCh en Chingqing ha sido expulsado del Politburó y del
Partido por corrupción y abuso de poder y está a la espera de ser juzgado.
China lleva 30 años creciendo a dos dígitos y si mantiene el modelo de
exportaciones e inversión, pasará a crecer la mitad, el 5% anual. En esta
primera década del siglo XXI (2002-2012), China es un país mucho más fuerte,
pero también más inestable, con mayores desigualdades sociales. Está en la
carrera espacial, ha celebrado unos fastuosos Juegos Olímpicos en 2008, pero si
no resuelve su gran problema de corrupción, puede tener muchos problemas en la
década entrante, con el cambio de ciclo. “La tensión entre los funcionarios y
la gente cada vez es más fuerte” (Kerry Brown, Director del Centro de Estudios
de China en Sidney”.
Timothy Garton Ash, catedrático de Estudios
Europeos de la Universidad de Oxford, opina en un artículo publicado hoy, Dos nuevos líderes para las superpotencias
(http://elpais.com/elpais/2012/11/08/opinion/1352412861_298477.html)
que los obstáculos para poner en marcha las reformas son mayores en China que
en Estados Unidos. Y se atreve a pronosticar que los próximos cinco años del
gigante asiático van a ser tan difíciles como lo ha sido para EE UU el periodo
2007-2012. “El país ha vivido la revolución industrial más rápida y a mayor
escala de la historia de la humanidad. Su población urbana ha aumentado en una
cifra de alrededor de 480 millones en los últimos 30 años, con el resultado de
que más de la mitad de la población vive en las ciudades. Es posible que esté
aproximándose al llamado “punto de inflexión de Lewis”, el momento en el que
las reserva de mano de obra barata procedente del campo empieza a agotarse. Es
preciso que preste atención a su propia demanda interna, porque no puede
depender de que Estados Unidos sea siempre el consumidor de último recurso.”
Con todo respeto al Dr. Garton Ash, uno de los
mayores expertos en política internacional (y al Sr. Lewis, inventor de la
mencionada curva, a quien no tenía el honor de conocer intelectualmente), creo
que a Estados Unidos le va a costar más llevar a cabo sus reformas. Un
presidente afroamericano (de un partido, el demócrata, con 61 mujeres, 43 negros,
27 hispanos, 10 asiático-americanos, 5 gays y 1 bisexual sobre 200
congresistas), frente a una Cámara de mayoría republicana (con un 90% de WASP:
hombres blancos, anglosajones y protestantes). ¿Harán los republicanos “examen
de conciencia” y tratarán de integrar a las minorías (que ahora, juntas, han
logrado que Obama esté cuatro años más)? Francamente, no lo creo. Me temo que
exacerbarán su discurso, que lo radicalizarán à la “Tea Party”.
En lo que respecta a España, según la última
encuesta del CIS, para los ciudadanos el presidente del gobierno obtendría un
2’78 sobre 10 y el líder de la oposición, un 3’7. Los ministros basculan entre
el 2’15 del de educación y el 3’54 del de justicia. Si fuera una empresa de
verdad, ¿no debería haber despedido el Consejo de Administración a todos ellos?
Casi el 71% de los encuestados considera que este año la situación económica ha
empeorado y más de la mitad piensa que 2013 irá aún a peor. El paro y la
situación económica son los dos problemas que más preocupan (en realidad, es el
mismo) y el siguiente es la clase política (inquieta al 30’5% de los
ciudadanos). En marzo, la clase política era un problema para el 18% de la población.
La corrupción. En mi nuevo libro, Del Capitalismo al Talentismo, que
estará en librerías a principios de la semana que viene, comento la relación
entre corrupción y competitividad.
“¿cuál es
el peso de la corrupción en el crecimiento y la competitividad de un país? “Cuanto
más alto es el nivel de corrupción, más bajo será evidentemente el nivel de
confianza en el mercado y en las instituciones, y no cabe recordar que, si
falta ésta «base de una economía sana y de una sociedad ordenada» (Anthony
Pagden) que es la confianza, el sistema productivo no puede prosperar
y la economía sufrirá un grave daño, como demuestran los escándalos que
recientemente han afectado a compañías como Enron, Arthur Andersen, Worldcome,
Parmalat y Enelpower. No cabe duda, en efecto, que existe un nexo
imprescindible entre el nivel de corrupción difundido en un país, su inestabilidad
económico-social, la escasa propensión de las inversiones extranjeras y el
deterioro de su tejido económico-social” (Anna Marra, abogada, ex directora
ejecutiva de Transparencia Internacional).
Según el Banco Mundial, los sobornos, que representan el 3% del Producto
Interior Bruto mundial, son “el principal obstáculo al desarrollo económico y
social de un país”. Cuando se correlacionan el GCI (Global Competitiveness Index, del Foro Económico Mundial) y el CPI
(Corruption Perception Index, de la
Universidad de Pasau para Transparencia
Internacional), los primeros países del GCI están entre los 17 primeros del
CPI (las excepciones son Japón y Taiwan, que están 21º y 32º respectivamente). Pensemos en Finlandia, por ejemplo. Con un 9’6
sobre 10 en falta de corrupción (un país percibido como altamente íntegro), es
el país más competitivo y sólido. En 2005, España era la 21ª en menor
corrupción (un 7 sobre 10) y la 29ª en competitividad. La “exuberancia
irracional” ha provocado que el país
descienda en competitividad hasta el puesto 32º, en corrupción hasta el 31º y
en calidad directiva, hasta el 45º (no por casualidad, los países más
competitivos y productivos y los menos corruptos son los que cuentan con
mejores líderes empresariales).
Si este
nexo entre falta de corrupción y competitividad es evidente entre los mejores
(los países nórdicos, Estados Unidos, Singapur, Suiza, Australia y Nueva
Zelanda, Holanda, Alemania, Reino Unido, Canadá, Japón y Taiwán), también lo es
entre los países más corruptos y menos competitivos. Países por debajo de 3
sobre 10 en el índice de corrupción y entre las posiciones 101 y 117 en
competitividad: Chad, Kirguiz, Guyana,
Benín, Paraguay, Camboya, Camerún,
Bangladesh, Zimbabue, Timor, Madagascar, Etiopía, Malawi, Tayikistán,
Ecuador, República Dominicana y Bolivia.
Siguiendo los planteamientos del Premio Nobel Gary Becker sobre los costes y
oportunidades de la violación de una norma ética, Anna Marra opina que “es indispensable
entender que ningún beneficio que se derive de una conducta ilícita y
fraudulenta podrá ser superior a largo plazo a los beneficios que se obtendrán
por adoptar una conducta, ética, transparente y honesta”.
Sí, se reducen los coches oficiales (supuesto
ahorro de 10 M €), pero no se entra en una reforma profunda de la administración
y asistimos al dantesco espectáculo, tras la tragedia del Madrid Arena, de
cruce de acusaciones y falta de responsabilidades, tan propio del “capitalismo
de amiguetes”. Partidos mal financiados, tapándose las vergüenzas unos a otros,
y electores que siguen votando a los corruptos. Hay que romper este círculo
vicioso YA.
Mi agradecimiento a los políticos decentes,
honestos, servidores públicos, que los hay. Tenemos que eliminar la suciedad
para que est@s resplandezcan.