Salida hacia
Madrid a las once de la noche, hora de la Ciudad de México. Llegada a las cinco
de la tarde, hora española. Once horas de vuelo. Lo que hago cuando vuelvo a
Europa desde América es cenar antes, en el aeropuerto, y tras el despegue
dormir todo lo que pueda (en este caso, 6-8 horas) para que el jet-lag me
afecte lo menos posible. Ni lecturas, ni películas. Tan solo he estado hablando
un rato con Alfredo Vaz Pinto, vecino en el avión; un ejecutivo portugués que
vive en México DF y el responsable para Latinoamérica de una multinacional suiza,
Rational. Ha decidido trasladarse a México con su esposa, su niño de 3’5 años y
su niña, un bebé que ha nacido hace un mes. Según me cuenta, en los dos últimos
meses más de 80.000 portugueses se han marchado a Brasil; buena parte del mejor
talento del país. Así son las cosas en este cambio de época.
Respecto al libro del que hablé ayer, El
ADN del Innovador, deJeff Dyer, Hal Gregersen y Clayton Christensen, me he
preguntado qué tienen que ver las habilidades que presentan para que una
persona y una empresa sean innovadoras con el coaching, con este proceso de
acompañamiento.
La tesis de los autores es que “la habilidad de las personas para generar
ideas innovadoras no es una función exclusiva del cerebro, también se trata de
una función del comportamiento”, por lo que “si cambiamos nuestros
comportamientos, podemos aumentar nuestro impacto creativo”. Buena noticia: la
Innovación también se explica desde la Economía
conductual. Bien, pero ¿podemos cambiar de comportamientos, generar nuevos
hábitos de innovación solos? Me
parece muy poco probable.
“La innovación disruptiva empieza por ti”, señalan Dyer, Gregersen y
Christensen. Los verdaderos innovadores, siempre siguiendo este modelo, se
diferencian porque desafían el status quo y asumen riesgos (a esto se “aprende”
desde el coaching, puesto que este proceso dota al pupilo del coraje, del
atrevimiento necesario), con cinco habilidades clave.
Las cinco habilidades clave (en realidad, una habilidad es “lo que uno es
capaz de hacer, lo haga o no lo haga”; si una persona lo hace cotidianamente,
lo que observamos es un comportamiento repetido, un hábito), tal como comenté
en este blog ayer, son:
-
Asociación (“La creatividad es relacionar
cosas”, Steve Jobs). La creación de combinaciones “extrañas” hay que probarla,
experimentarla, repetirla, comprobarla. Y para todo ello el coaching resulta
muy eficaz. Este proceso es un “lugar seguro” para forzar nuevas asociaciones,
crear metáforas, utilizar técnicas de creatividad (de hecho, muchas
herramientas de coaching son técnicas de ese tipo).
-
Cuestionamiento (“cuestionarnos
hasta lo incuestionable”, como dice el fundador del Grupo Tata). Siempre es
mejor mediante un diálogo profundo, fructífero, con preguntas abiertas
–disruptivas- como “¿qué pasaría si…?”
-
Observación. A observar se aprende, poniendo el
foco en la reflexión y el descubrimiento. El coaching ayuda a que el pupilo
observe a clientes, rivales, entorno, etc. las preguntas crean la observación y
la realidad.
-
Creación de redes (networking). El
coaching es un proceso muy potente para ello. Redes de contacto,
presentaciones, eventos… han de estar programados en el plan de acción.
-
Experimentación. Para diseccionar
productos, servicios y experiencias, nada mejor que comentárselo a tu coach.
A partir de estas “habilidades conductuales”, el modelo del ADN del
Innovador nos propone el pensamiento asociativo como habilidad cognitiva para sintetizar
nuevos conocimientos (concepto) como causa de una idea innovadora.
En la segunda parte del libro, los autores se centran en “el ADN de las
empresas innovadoras”: personas, procesos, principios. Otros diríamos Talento,
Desarrollo (coaching) y Valores. Una cultura de coaching en la empresa. Para
demostrar que funciona, Christensen y sus colegas se refieren a Apple, Dell,
IDEO, Amazon…
Ya en España, he estado leyendo la prensa de hoy. Me quedo con el
artículo de John Carlin a doble pagina, ¿Cabe
la felicidad en tiempos de crisis? “Una sociedad no es más dichosa por ser
más rica”, “Cambiar los hábitos mentales y ser positivo es más necesario que
nunca”. Vaya, cambiar los hábitos; otra vez estamos hablando de Coaching,
querido John.
Me ha generado tristeza saber del fallecimiento de Elinor Ostrom (“Lin”,
para sus más cercanos), la primera –y de momento única- mujer en obtener el
Premio Nobel de Economía, allá por 2009. A sus 78 años, sufría un cáncer de
páncreas. Era la mayor autoridad en la economía de los recursos naturales, de
los bienes compartidos. Nos enseñó mucho sobre cómo se comportaban las
organizaciones sociales, y por eso tenemos que estarle muy agradecidos. Era una
de las personalidades más influyentes (según la revista Time) y una de las 25 personas que más
están haciendo por cambiar el mundo. Su legado queda con nosotros.