¿Mourinho y Guardiola, indecisos? La estructura de nuestras motivaciones

Empezaba la semana laboralmente en Santiago y la acabo en la misma ciudad compostelana, tomando el avión de las 17.45 para Madrid. En Lavacolla me he encontrado con mi buena amiga Leonor Gallardo, que venía de impartir clases de doctorado en Ourense. Una estupenda sorpresa.

Esta mañana, cinco horas de trabajo sobre Liderazgo con una treintena de jefes de servicio de hospitales de A Coruña, Santiago y Ferrol. Hemos estado aprendiendo juntos los fundamentos de la motivación (por qué “el palo y la zanahoria” no funcionan) y los vectores de liderazgo, desde la Estrategia (definirla, convertirla en un reto emocional y movilizar en torno a ella), el Equipo (concretarlo y generar un clima de alto rendimiento desde la propia versatilidad del líder) y la Energía (Optimismo, Ilusión y Desarrollo como líder-coach). Es un privilegio trabajar con líderes de la salud, cuyo impacto es notable en las vidas de todos.

Hablando de motivación, el artículo de portada de As hoy era “Mourinho y Guardiola tienen en vilo a sus equipos. INDECISOS”. Y añadía: “El Madrid cree que Mou seguirá exigiendo más cambios en la estructura deportiva del club. Guardiola desespera a Rosell y sigue sin concretar sus condiciones de renovación”. Se refieren los periodistas C. Colino y S. Giménez a la vista de Mourinho a Londres y la compra de una casa allí, y a que Guardiola (que renueva año a año) suele zanjar la situación en febrero y ya estamos en marzo. “Mourinho y Guardiola juegan al despiste con Madrid y Barcelona y no están dispuestos a seguir”, escriben.

¿Qué motiva a dos grandes entrenadores, dos de los más grandes, como Pep Guardiola y José Mourinho? Pues, aunque parezca lo contrario, las mismas cosas que al resto de los mortales. No precisamente los elementos externos (el dinero ha de ser suficiente para no ser motivo de controversia, como es el caso en ambos clubes), sino los internos. Siguiendo a Daniel Pink y su excelente libro La sorprendente verdad sobre qué nos motiva, la motivación de verdad es la motivación intrínseca, la auto-motivación, y está basada en tres claves: autonomía, maestría y propósito.

Tanto Pep como Mou gozan de amplia autonomía en sus equipos, hasta el punto de ejercer, más que como entrenadores, como gerentes. Ganan y aprenden a toda velocidad, lo que es muy motivador. Sin embargo, respecto al propósito de cada uno, las cosas no están tan claras. A nadie se le oculta que José Mourinho quiere conquistar en la Liga española y en la Premier británica la Champions que ya logró en Portugal (con el Oporto) y en Italia (con el Inter). En ambos casos (Chelsea, Real Madrid) es el Barça de Guardiola quien le interrumpió el camino. Sí, ha firmado con el club blanco hasta 2014 (cuatro temporadas), pero tuvo dos años de éxito con el Oporto, dos con el Inter y en cambio la tercera temporada con el Chelsea no fue precisamente fructífera. Su mejor año es el segundo, y en este 2012 puede ganar Liga y Champions. ¿Volver a su pasión (por él declarada), Inglaterra? Quién sabe.

Respecto a Guardiola, es bien conocido que el de Santpedor es partidario de ciclos cortos. No se veía entrenando más de tres años en el Barcelona, y lleva cuatro. “No me siento obligado a decir que sí a mi renovación, pero es que no quiero dar vueltas a lo mismo. Cuando haya alguna novedad al respecto o una decisión ya lo sabréis”, ha declarado.

En términos emocionales, no está de más recordar que el 70% de las personas que abandonan una compañía (que dejan un club, en este caso), lo que hacen por una relación “manifiestamente mejorable” con su jefe. John Gottman, el mayor experto en terapia de pareja del mundo, ha comprobado que las parejas estables hablan al menos cinco horas a la semana de temas aparentemente intrascendentes para conectar y sentirse bien, y generan entre sí cinco emociones positivas (felicidad, sorpresas positivas) por cada emoción negativa. En el mundo de las organizaciones, el talento que está fidelizado (que no se va y/o que no desconecta) recibe al menos tres emociones positivas por cada emoción negativa. Cuando esto no ocurre, el talento “abre las antenas” y se plantea nuevos mundos. Si yo fuera el presidente del Real Madrid CF o del FC Barcelona, me trabajaría (a través del coaching estratégico, por supuesto) una relación más profunda, afectiva y efectiva con mi entrenador estrella para que no se me fuera… antes que de fuera demasiado tarde.

Me atrevo a aventurar que, de seguir así las cosas, el entrenador que gane la Champions en Múnich este año (tanto el Madrid como el Barça son los máximos favoritos) abandonará el club en la cima de su gloria (para ir a la Premier a hacer lo propio, probablemente). Es la justicia poética del fútbol. El gol de Iniesta en Stamford Bridge (2009) le dio el éxito al Barcelona en detrimento del Chelsea de Mourinho. Las cenizas islandesas, el 3-1 en Milán y el exiguo 1-0 en Barcelona (2010) hizo posible que Mou la ganara con el Inter. Y el año pasado (2011), el Barça eliminó a las puertas al Madrid. ¿Qué ocurrirá este año? Que un equipo perderá el trofeo (y mantendrá al entrenador) y el otro lo ganará (y perderá a su coach estrella). El éxito es agrio y la derrota es dulce.