La vergüenza y el Capital Erótico

Esta mañana he ido a ver, en versión original subtitulada, Shame (vergüenza, en inglés), película británica escrita y dirigida por Steve McQueen y protagonizada por Michael Fassbinder y Carey Mulligan. Sinopsis: “Brandon es un hombre de treinta y tantos años que vive en un confortable apartamento en Nueva York y es adicto al sexo. Pero el ritmo metódico y ordenado de su vida se ve alterado por la imprevista llegada de su hermana Sissy, una chica rebelde y problemática. Su presencia explosiva llevará a Brandon a perder el control sobre su propio mundo.” La crítica la ha tratado de maravilla, como a una obra maestra, y la considera la gran olvidada de los Óscar de este año. De hecho, Fassbinder obtuvo la Colpa Volpi al mejor actor en la última Mostra de Venecia y el premio al mejor actor (McQueen, al mejor director) del último Festival de Sevilla, nominada al BAFTA, Globo de Oro, al Premio de los Críticos…

La película me ha parecido un tostón. Demasiado explícita (desnudos integrales del protagonista, su hermana, varias novias, algunas prostitutas… no es que me escandalice, pero tampoco viene a cuento), mal hilvanada, no emociona en absoluto. No creo que sea “un paseo por el lado oscuro” y “tenga especial intensidad”, como han dicho algunos críticos. Es la historia de un psicópata (no tiene emociones, ni hacia su hermana, aunque no sea un asesino a lo American Psycho) que no puede conocer el amor, que ha tenido como relación más duradera una de cuatro meses y que se dedica a consumir pornografía, ligar y contratar meretrices porque es incapaz de darse a sí mismo. Por eso no le ve sentido al matrimonio (como él mismo confiesa), no le parece realista y por eso cuando inicia un ‘affaire’ con una compañera de oficina, que parece buena persona, se muestra impotente –literalmente-. ¿Una metáfora de la sociedad actual? No lo creo. Siempre hay y habrá salidos por ahí, que insisten una y otra vez sin remedio y no aceptan un “no” por respuesta; sin embargo, me he acordado de mi admirado Richard Boyatzis: “Las competencias (cualidades) sin valores son como el sexo sin amor”.

Ayer estuve leyendo Capital Erótico. El poder de fascinar a los demás, de la socióloga Catherine Hakim, profesora de la London School of Economics. En este texto nos habla del “capital erótico” como “una mezcla nebulosa pero determinante de belleza, atractivo sexual, cuidado de la imagen y aptitudes sociales, una amalgama de atractivo físico y social”. La Hakim pone como ejemplos al Presidente Barack Obama y a su esposa Michelle, a Elizabeth Taylor, a Gong Li, a Tiger Woods… “La gran belleza siempre escasea, y se valora en todas partes”. El capital erótico consta de belleza (elemento central, pero no único), atractivo sexual (si la belleza es atractivo facial, el sexual es por el cuerpo), atractivo social (gracia, encanto, don de gentes, simpatía, capacidad para que los demás se sientan a gusto), vitalidad (buena forma física, energía social, buen humor), presentación social (modo de vestir, de arreglarse, peinado, adornos), la propia sexualidad (competencia y energía sexuales, imaginación erótica, espíritu lúdico). Por tanto, “el capital erótico es una combinación de elementos estéticos, visuales, físicos, sociales y sexuales que resultan atractivos para otros miembros de la sociedad, especialmente los del sexo opuesto, en todos los contextos sociales”. La autora se une a la distinción que elaborara el sociólogo francés Pierre Bourdieu entre capital económico, cultural y social en 1983. ¿Por qué no se ha incluido hasta ahora el “capital erótico”? “Porque la élite no puede monopolizarlo, así que les interesa menospreciarlo y marginarlo”, responde la autora. Ni el patriarcado machista ni el feminismo militante son partidarios, obviamente.

En lo que no estoy tan de acuerdo con Catherine Hakim es que el capital erótico sea esencial debido al “déficit sexual masculino” (“el deseo sexual masculino solo disminuye lentamente con la edad, si es que llega a hacerlo. El deseo femenino, en cambio, a menudo cae en picado después de los 30, habitualmente a causa de la maternidad”). “En Suecia, dos tercios de los hombres disfrutan del sexo sin ningún componente de romanticismo. En contraste, entre dos tercios y cuatro quintas partes de las mujeres insisten en que el amor es la única base de una relación sexual”. Si es así, me parece una nueva prueba de que el talento femenino es más evolucionado que el masculino. El libro explica que en España una de cada diez parejas nunca mantiene relaciones sexuales (Malo de Molina, 1992). Seguramente son más (tal vez el doble), pero da vergüenza confesarlo. David Blanchflower y Andrew Oswald han otorgado un valor monetario a una buena vida sexual: 50.000 $ a precios de 2004 (60.000 $ en 2012). Los hombres de hasta 40 años tienen una media de una vez semanal; las mujeres, una vez mensual. “Por lo visto, se trabaja tanto que no queda tiempo para el sexo”. “La ética puritana hizo mucho más que promover el capitalismo. Por lo visto, truncó la sexualidad de muchos occidentales”.

¿Cómo funciona la magia del capital erótico en la vida cotidiana? Ocurre desde la infancia: los niños y niñas más guapos tienen más autoestima y confianza en sí mismos. Las “bellezas desvalidas” tienen un 25% de probabilidad de recibir ayuda. El atractivo erótico tiene mucha importancia en el deporte (Allen Guttman, 1996). En Gran Bretaña hay más millonarias que millonarios. Los abogados más guapos ganan un 10-12% más que los feos, descontando cualquier otro factor. En EE UU, los hombres atractivos ganan un 14-27% más y las mujeres atractivas un 12-20% más (Biddle y Hamermesh, 1998). Es como la estatura, los altos son más “contratables” (un 11% más los hombres; un 6% las mujeres) y ganan más (17% y 12% respectivamente). Compensa la falta de estudios, que suele penalizarse con un 15% del salario (Loh, 1993).

Creo que el concepto es importante, que tenemos que aprender a saber medirlo (integrando las seis variables que lo componen) y que resultar atractiv@ no significa necesariamente ser pieza sexual. El Amor es lo más poderoso, energía en estado puro.

De la prensa del fin de semana, el artículo Reformas estructurales y depresiones, del maestro Emilio Ontiveros (“El desigual progreso tecnológico y la menor facilidad para la difusión de las innovaciones y, en definitiva, la calidad de la función empresarial, que habían sido identificados como los principales factores en el desigual comportamiento de la eficiencia en ambos bloques, pasan ahora a segundo plano”; el autor augura depresión a corto plazo, por no tratar de mejorar la calidad directiva), la entrevista de Ramón Muñoz a Rosa García, CEO de Siemens: “Nos va a ir mejor que a la economía española”. La de Gregorio Belinchón al actor Antonio Banderas: “Estamos al final de una era: puede que haya una evolución o una revolución”. Ambas, querido Antonio. El premio Emprendedores del año de Ernst & Young a Desigual (serán los representantes en el certamen mundial en Montecarlo; pocos lo merecen más que ellos en el planeta) y el artículo de Cayetano Ros: “Emery no quiere ser buen chico. El técnico enseña los dientes para proyectar más agresividad en el juego del Valencia”.

Vuelo a las siete de la tarde a Bilbao (mañana doy clase de Dinamización de Equipos, todo el día, en la Universidad Comercial de Deusto). En la ciudad vasca veré por televisión el FC Barcelona – Valencia CF (Pep Guardiola contra Unai Emery) y la gala de los Goya.

Tenemos que invertir en capital erótico para ser más atractivos, pero no convertirnos en unos adictos. “Ir de una adicción a otra es una forma de no sentir emociones” (Ellen Burstyn, 73 años, actriz nominada 6 veces al Óscar, hizo de la madre de la niña poseída en “El Exorcista”).