La sociedad cuántica

Tenemos ya oficialmente 4.422.359 desempleados, 355.000 afiliados menos a la Seguridad Social (se pierden 1.000 empleos al día) y a la vez las empresas encuentran enormes dificultades para cubrir determinados puestos. La sociedad, empezando por los jóvenes, comienza a aceptar de menor o mayor grado los ‘minijobs’ y simultáneamente cientos de miles de profesionales emigran cada año para trabajar en el resto de Europa o en Iberoamérica. ¿Cómo se explica esta aparente contradicción? Pues se explica desde la mecánica cuántica.

La luz, ¿es onda o partícula? La luz se propaga como onda para su propagación, en tanto que tiene carácter de partícula cuando interactúa con la materia. Por tanto, la luz es ambas cosas, según la observemos de una manera u otra. Ambos estados son complementarios; de hecho, “las partículas pueden comportarse como ondas y viceversa2 (Stephen Hawking).

En los mal llamados “Recursos Humanos”, la onda es el talento y la partícula el operario. Podemos ‘mirar’ a las personas que trabajan en las organizaciones como talento o como operarios –dicho con el mayor de los respetos-, como inteligencia triunfante (José Antonio Marina) o como inteligencia desaprovechada-fracasada, como personas “que ponen en valor lo que saben, quieren y pueden hacer” (capacidad por compromiso en el contexto adecuado) o como quienes “se ganan la vida” de cualquier forma”.

El problema de un país cerrado, ‘tibetanizado’ (utilizando una expresión de Ortega y Gasset que me encanta) durante 500 años como el nuestro es que la diferencia entre el talento y el operario, que en la Unión Europea es del 300% en términos salariales, aquí es sólo del 30%. Por eso tenemos el mayor fracaso escolar de Europa (los jóvenes no entienden, en su mayoría, la importancia de la educación); por eso un tercio de los profesionales están sobrecualificados (tienen mayor preparación que lo que exige su puesto), cuando la media europea está por debajo del 20%.

Ya lo escribió Tim Hartford, un talento de periodista, en El economista camuflado: “El talento es cada vez más escaso, y el resto de los salarios menguan”. La desigualdad social es la consecuencia práctica de la sociedad dual.

¿Implicaciones? Cada uno de nosotros elegimos si queremos ser talento o queremos ser operarios. Para convertirnos en Talento, así con mayúsculas, diez reglas básicas:

- el Talento es vocacional. Si no ‘trabajas’ en lo que te gusta, no lo harás excepcionalmente bien. Si no descubres tu verdadera vocación, que es tu verdadera grandeza, olvídate del talento.

- el Talento se forja. No si nace, ni se hace si uno no quiere. A partir de una semilla, duro trabajo diario. Los expertos hablan de 10.000 horas de ‘práctica deliberada’ para convertirte en Talento.

- el Talento es cuestión de capacidad, que es la condición necesaria, imprescindible (la aptitud –conocimientos y habilidades- y la actitud –los comportamientos cotidianos-). Si embargo, lo que marca la diferencia es el compromiso, la combinación de cuatro energías: física, mental, emocional y de valores (espiritual). Sin mentalidad de ganadora, sin espíritu de aventura, tu talento se echa a perder.

- el Talento necesita de una identidad propia, de sentirnos orgullosos de quiénes somos y de cómo somos (la paradoja es que la identidad no debe ser autocomplacencia sino humildad, querer seguir aprendiendo constantemente). Es el “yo sé quién soy” del Quijote.

- el Talento se reconoce. Como dice mi amigo Mikel, es como un personaje en color en una película en blanco y negro. Desde el disfrute con el que uno hace las cosas, desde la dedicación, desde la diversidad (creatividad/innovación) y desde el dominio de lo que uno hace, el Talento se ve, se palpa, se huele, se distingue. El Talento deja marca, deja huella.

- el Talento motiva, emociona, ilusiona a otros desde uno mismo. Trabájate la víscera (especialmente la serenidad, el autocontrol), las emociones (la autoconfianza, la autoexigencia, la empatía, la influencia honesta) y la capacidad de comunicar tu mensaje, desde el optimismo responsable e inteligente. El Talento influye e impacta en los demás.

- el Talento necesita de ‘coaches’. Contrata uno (o varios, según tus necesidades). Los seres humanos no somos islas; necesitamos ‘espejos’ en los que mirarnos para establecer planes de acción y generar hábitos saludables.

- el Talento necesita de buenas directrices. Si tienes un ‘jefe tóxico’ que no aprecia tu talento, que incluso lo desprecia, cambia de jefe porque él/ella te está cambiando a ti (a peor, evidentemente).

- el Talento necesita, en una organización, de una Cultura Corporativa, un Clima laboral, unos valores de Cooperación (y no de competencia interna) y un alto grado de Compensación (las 4C de la reputación interna) que lo desarrollen constantemente. Es como montar en bicicleta: si dejas de pedalear, te caes. Un Contexto generador de Talento es la mejor inversión que puedes realizar en tu vida laboral.

- el Talento no es justo ni injusto (en este caso, como diría Wayne Dyer, el sentido de justicia es una ‘zona errónea’). El Talento, como en la parábola bíblica, disfruta del “efecto Mateo”: al que más tiene, más (consideración) se le dará. Al que menos, menos tendrá.

Y como país, una sociedad que no sabe/quiere/puede aprovechar el talento es una sociedad en decadencia. Tenemos un 60% de inmigrantes, personas que provienen de otros países y que han tenido la generosidad de venir a trabajar al nuestro, sobrecualificados (o lo que es lo mismo, infravalorados). ¿No es un drama como sociedad? ¿Dónde están los responsables, públicos y privados, que sean capaces de aprovechar el Talento que se encuentra a nuestro alrededor?

Mi agradecimiento hoy a la Calidad Directiva que sí aprovecha el Talento disponible. Son pocos entre nuestros compatriotas, pero precisamente por ello muy valiosos.

Y cambiando de tema, la doble página central de hoy de As se dedica al deporte y la literatura, con decenas de libros que recomiendan para regalar en Reyes. Entre ellos, en lugar destacado, Mourinho versus Guardiola. Muchas gracias por ese reconocimiento.