Sobrevivir a la tele

Hemos ido esta tarde a ver “Capitán América” a los Cines Gran Marbella de Puerto Banús. Una película demasiado larga (más de dos horas) con un protagonista insípido y en la que da una cierta lástima comprobar que actores de verdad como Tommy Lee Jones tienen que aceptar este tipo de trabajos. Como escribe Daniel Altman en el libro que citaba ayer, lo que hacen especialmente bien los EE UU es vender (en este caso, venderse). Venden un cómic de guerra (un héroe de la II Guerra Mundial) a todo el planeta. ¿Por qué son tan buenos comerciales? Por su cultura. Son “a nation of immigrants” (J. F. Kennedy) y por ello la diferencia social no la da la clase sino el dinero. Han creado un concepto de clase media (de “mínimo común”, en palabras de Altman) y lo venden todo: su estilo de vida, sus productos y servicios, sus ideales (el “sueño americano”). Nosotros tenemos quijotes de la venta, como Lluis Bassat (el mejor publicista del siglo XX), pero ellos tienen la maquinaria de los “Mad Men”.

Los que mejor venden en Europa son los italianos, sin duda. Una nación reciente, reunificada hace menos de 150 años, profundamente desintegrada entre norte y sur y que en estos momentos está siendo atacada (financieramente) por los especuladores. Del país transalpino nos llegó hace más de 20 años ese producto berlusconiano llamado Telecinco. La televisión de las “Mama Chicho” y de “Gran Hermano”.

Esta cadena se ha vuelto a superar en su apuesta por la rentabilidad. Hoy, en la página “pantallas” de El País, Tomás Delclós titula su columna: “Sobrevivir”. Recuerda que el programa “Supervivientes” le ha dado a esa cadena récords de audiencia. Y que por ello siguen rememorando el asunto en distintos programas, entrevistando a la presentadora del mismo, haciendo especiales, etc. “Es tedioso, o no tanto, ver cómo se volvió impunemente a los mismos temas que han ocupado a la troupe las últimas semanas como si fueran importantes e inéditos, y la tranquilidad con la que se llaman “hijos de puta” sin que esto tenga otra consecuencia que esperar a otro programa para que el insultador sea el insultado. Y todos tan contentos. Y parece que por mucho tiempo”. El Mundo hoy dedica varias páginas a la ganadora del concurso, “de peluquera de la Jurado a reina de la TV”.

A un servidor, que define el talento como “poner en valor lo que uno sabe, quiere y puede hacer”. Puede parecer, como en este caso, que poner en valor significa vender humo. La “cadena alegre” (ésta suele criticar a su competidora como “la cadena triste”; una de los términos en inglés para traducir alegre es “gay”) ha convertido un concurso de superación (en su versión anglosajona es una competición orientada al logro) en un nuevo patio de porteras, esta vez en una isla hondureña. Tras el éxito de transformar a una despechada madre, orgullosa de sus malos modos, en “princesa del pueblo”, ahora convierten en icono a una señora de más de 55 años que se presentó a Miss Alicante en 1972, se casó con el hermano de una famosa cantante y con ellos recorrió medio mundo, aunque al parecer “la más grande” nunca le prestó atención. Tras la larga enfermedad de la Jurado y su fallecimiento, saltó a la televisión para defender a su hija frente al padre de su nieta, a su marido de supuestas infidelidades y a contar secretillos de la familia política. Curiosamente, cada vez se ha ido pareciendo más a Rocío Jurado ésta a la que llaman “Rosa venenito”. No deja de ser curioso que la “contertulia” del programa de más audiencia de la cadena se presente a un concurso de la misma y resulte ganadora. ¡Oh, casualidad!

La pregunta respecto al talento es, ¿Talento para qué? ¿Qué saben hacer esta señora y quienes le acompañan cada tarde, más allá de insultar, difamar, cotillear? En realidad, nada. Pero tampoco importa. Se consume una televisión que hace famosos a quienes aparecen en ella, sin otro mérito conocido. La audiencia por la audiencia: programas low-cost de usar y tirar en esta sociedad del espectáculo.

Deberíamos seguir el consejo de un sabio como Albert Einstein. “Try not to become a man of success but rather a man of value” (Trata de ser no una persona de éxito, sino una persona de valores). Y también nos enseñó: “Con la fama, me vuelvo más estúpido, lo que no deja de ser un fenómeno muy común”.

¿Es la televisión un gran generador de desigualdad? Así parece. Más del 90% de los españoles ve la tele como su actividad principal. La media diaria por habitante es de 3’7 horas diarias (tres cuartos de hora más que la media mundial). Cuando llegan a secundaria, los jóvenes españoles han pasado el doble de horas frente a la (pequeña) pantalla que en clase. Según un estudio dirigido por Juan Pablo Rey-López (Universidad de Zaragoza) publicado en la Revista Europea de Salud Pública, los niños y adolescentes de familias de extracción socio-cultural más humilde son más sedentarios. "La adopción de hábitos sedentarios durante este período de la vida pueden tener un impacto importante en el desarrollo educativo de una persona y el estado de salud."

Lo que parece inocuo (“engancharse” a estos programas de supuesto entretenimiento) resulta no serlo. Particularmente, pienso lo mismo que Groucho Marx, que encontraba la televisión muy educativa: “Cada vez que alguien la enciende, me voy a otra habitación y leo un libro”.

Me preocupa aún más la “italianización” de la política española. Ya tenemos nuestros “Romano Prodi” (tanto Rajoy como Rubalcaba sobrepasan los 60 años, como el que fuera Presidente de la Comisión Europea y primer ministro en dos ocasiones). Nos falta un “Silvio Berlusconi”: empresario de éxito, Donjuán, relaciones públicas… (EE UU tiene a Donald Trump, que podría presentarse a las presidenciales 2012).