Confucio, un líder sabio

Esta mañana he ido a ver “Confucio”, una película dirigida por Mei Hu y protagonizada por Yun-Fat Chow (105 películas, entre ellas Ana y el Rey, Tigre y dragón, La maldición de la flor dorada, Los niños de Huang Shi). Es la historia de este filósofo, pensador social y defensor de la ética creador de un sistema filosófico más que religioso. Más de dos horas sobre la vida de “Kong zi” (551 a. C. , desde que tenía 51 años y era ministro de justicia en el reino de Lu hasta su fallecimiento a los 73. Un retrato (financiado por el gobierno chino) de uno de los mayores pensadores de todos los tiempos.

De Confucio, mis diez frases favoritas son las siguientes:

- “Debes tener la cabeza fría, el corazón caliente y la mano larga”.

- “El que domina su cólera domina a su peor enemigo”.

- “La sabiduría se preocupa en ser lenta en sus discursos y diligente en sus acciones”.

- “La venganza eterniza los odios”.

- “Por muy lejos que el espíritu vaya, nunca irá más lejos que su corazón”.

- “Se puede quitar a un general su ejército, pero no a un hombre su voluntad”.

- Cuando veas a un hombre bueno, trata de imitarlo; cuando veas a un hombre malo, examínate a ti mismo”.

- “Aprender sin reflexionar es malgastar la energía”.

- “Cada cosa tiene su belleza, pero no todos pueden verla”.

- “Desde el hombre más noble al más humilde, todos tienen el deber de mejorar y corregir su propio ser”.

Y en la propia película: “No conozco a nadie que anteponga sus principios a la razón”.

Confucio simboliza al líder sabio, tal como lo definen Nonaka y Takeuchi en el número de mayo 2011 de la Harvard Business Review. “Hay una gran distancia entre la teoría y la práctica de la ética en los negocios por varios motivos. Se observa una enorme diferencia entre lo que la alta dirección predica y lo que las personas en la primera línea realmente hacen. Desde Platón, la tendencia filosófica en Occidente es que si la teoría no funciona es que pasa algo raro con la realidad. Las personas se comportan menos éticamente cuando forman parte de organizaciones o grupos. Los individuos que suelen hacer lo correcto en situaciones normales se comportan distinto bajo estrés. Y las racionalizaciones habituales, como que estás actuando en el mejor interés de la compañía, o las excusas, como que nunca te pillarán, llevan a conductas perniciosas”. Esta “sabiduría práctica” no es nueva en la historia. Los antiguos griegos se referían a tres formas distintas de conocimiento. Aristóteles, escribió en su “Ética a Nicómaco” que había tres tipos de sabiduría: la esotérica, la metafísica y la práctica, que llamó phrónesis. El sabio de Estagira diferenciaba la phrónesis de la epistéme (el conocimiento científico) y la techné (el conocimiento técnico). Para Nonaka y Takeuchi, techné es el ‘know-how’ (la técnica basada en ciertas habilidades), episteme es el ‘know-why’ (saber por qué hacemos las cosas) y phrónesis el ‘know-what-should-be-done’ (saber lo que debe hacerse). Para triunfar de forma sostenible, esta forma de conocimiento, la sabiduría práctica, es imprescindible.

Necesitamos líderes sabios, de sabiduría práctica, con seis cualidades:

1. Discernimiento ético.

2. Destilar la esencia, centrarse en lo más importante, anticipar las consecuencias.

3. Crear contextos compartidos, en los que abundan las oportunidades para todos.

4. Comunicar lo más importante, de forma que todos lo entiendan con claridad.

5. Ejercitar el poder político, animando a los suyos a actuar, porque les conocen bien.

6. Elevar la sabiduría de los demás, desarrollando su talento: son líderes capacitadores, líderes-coaches.

En la prensa de este fin de semana, Eduardo Torres-Dulce (jurista y crítico de cine, a quien he conocido gracias a Elena Gil) publica en Expansión este artículo sobre “Un cuento chino”, del argentino Sebastián Borensztein, a la que califica de tan rara como poética:

“Un cuento chino se sale de lo habitual. Que la película principie con una vaca llovida del cielo que destruye la barca en la que una pareja de chinos está a punto de comprometerse en matrimonio ya es un comienzo imprevisible y surrealista.

Que el argumento se centre luego en la intimidad de un ferretero bonaerense, misántropo, colérico y lleno de manías, y el chino superviviente de la catástrofe, que busca en Argentina a un remoto tío, y que a lo largo de la cinta ni uno ni otro sepan qué dice su oponente, eleva la provocación y el desafío a grados inimaginables.

Borensztein maneja este material explosivo de cara al desconcertado y provocado espectador con la precisión de un artesano fanático del minimalismo y devoto del behaviourismo más depurado. Día a día, rutina a rutina, sin más horizonte que el suspense de cómo va a acabar ese lío argumental, y si la forzada comunidad –el personaje de Ricardo Darín actúa de forma poco caritativa pero poco a poco la caridad se transforma en agobio- tiene futuro o saltará dramáticamente por los aires.

Un cuento chino es una comedia sofocada y un melodrama controlado, pero el resultado es, muy, muy notable. El arte interpretativo de Darín, que construye un personaje a base de pura caracterización que no admite ni facilidades ni excesos pintureros, brilla a la altura de su enorme talento. Difícilmente se sostendría Un cuento chino sin su esencial participación.

Borensztein demuestra no poco talento a la hora de dirigir un guión tan complicado por su decidida apuesta por la desdramatización radical de lo que narra. Un cuento chino ofrece una depurada lección de puesta en escena, sobria pero no austera, sincera y sutilmente emocional, dominando el peligroso alero de un estilo clásico para un argumento aparentemente costumbrista, pero entomológicamente psicológico.

El dominio del material narrativo por parte de Borensztein es tal que las sorpresas del tercio final –imposibles de revelar aquí-, que descubren la vida real de Darín y el alma subyugada del joven chino, se nos ofrecen como la rúbrica de un juego de magia que conforta por su llaneza lógica”.

Del resto de la prensa, la entrevista de Javier Labiano a Joost van Rens (37 años, DG de MasVisión) en la contra de El Economista: “El empresario español tiene menos iniciativa”; la de D. Gracia a Thomas Wieser, DG de Finanzas de Austria en Expansión: “La crisis griega es una cuestión psicológica, de cambio de sociedad”; “Tarjeta roja a los jefes ineficaces”, de Tino Fernández, como paralelismo entre los directivos y los entrenadores despedidos; “Me han ascendido, ¿y ahora qué?”, de Ángela Méndez; y, también de Tino, “¿Por qué los españoles son tan fieles a sus empresas?”, que recoge el estudio de Randstad. El 35% de los españoles lleva más de 10 años en su actual puesto de trabajo y un 13% más de 20. Personalmente, creo que 10 años es más que suficiente. “La confianza es más importante que la lealtad” (Lynda Gratton).

En Cinco Días, Paz Álvarez y Alfonso Simón escriben sobre “Mi empresa favorita”. Según Universum, para los economistas son Google, Santander, Apple, Inditex, Coca-Cola, BBVA, NH Hoteles, La Caixa, TVE y El Corte Inglés; para los ingenieros, Google, Apple, Acciona, Iberdrola, Microsoft, Dragados, Ferrovial, ACS, Sacyr y FCC. En la contra del periódico, Paz hace una semblanza de José María Castellano: Financiero, gallego y global.

He visto tres películas seguidas ligadas a China: Un cuento chino (pasado mañana martes, Cine Fórum APD en Zaragoza, el último de la temporada, con esa peli), Kung-Fu Panda 2 y Confucio. Estamos a 5 años de que China sea la primera potencia mundial. Ya se está notando quién es el gran banquero.

Mi agradecimiento a Ángel y al resto de profesores del SEK que se ocupan de mi hija Zoe y de sus compañeros de campamento en las Rías Baixas durante las próximas dos semanas.