Tipos de jefes y de padres

San José, día del Padre y de los Pepes y Pepas (entre ellos, Pep Guardiola: ¡Felicidades!). Segunda jornada en Andalucía con los profesionales de Supermercados MAS, una cadena andaluza con más de 100 establecimientos (ayer, con los encargados de tienda, hoy y mañana sábado, con sus jefes los supervisores), trabajando el desarrollo del liderazgo a través del coaching. Me gusta mucho el compromiso de la gente de MAS y su voluntad de hacer equipo entre ellos. Lo estoy pasando muy bien y me están tratando, como dicen los andaluces, "de lujo".

Ayer Ángela Méndez escribía en Expansión sobre Qué tipo de jefes abunda en su empresa. En realidad, se refería a los “jefes tóxicos” (un 36% de nuestros directivos) y proponía esta tipología:
1. Los tiranos: se creen superiores y tratan de exhibirlo todo lo que pueden. Despiadados absurdos, mediocres, payasos.
2. Los adictos al trabajo: no saben irse a su casa y cuando se van es con trabajo. Mandan emails de madrugada, son frikis laborales.
3. Los acelerados: van siempre como una moto, se creen eficaces pero están desbordados y desorganizan a los demás. Viven en un caos que provocan ellos mismos.
4. Los McGyver: siempre se les ocurre una solución genial para todo. Cuando todo el equipo está asustado por un problema de un plumazo encuentra siete soluciones.
5. Los coleguitas: quiere ser uno más, no el jefe. Le viene grande el puesto e intentan disimularlo haciéndose pasar por un compañero más y evitando problemas.
6. Los muermo: aburridos y sosos. Serían felices sin gente y con un tampón y un sello para visar papeles todo el día, pero alguien los nombró jefes y a aguantar toca.
7. Los mandones: todo es mandar, haz esto, haz lo otro, manda esto, esto así, esto asá. Son muy útiles para dirigir a inútiles y muy limitadores para gente con iniciativa.
8. Los missing: no están, nunca están, el equipo no puede contar con ellos porque no hay forma de verlos ni de que dediquen tiempo a los suyos.

Desde la diversidad intangible, el lado oscuro de los viscerales extrovertidos (los “toros”, decimos en el diversigrama) puede convertirles en mandones, el de los viscerales equivertidos (los “delfines”) en missing, el de los viscerales introvertidos (las “abejas”) en adictos laborales, el de los emocionales extrovertidos (los “bueyes”) en coleguitas, el de los emocionales equivertidos (los “leones”) en acelerados, el de los emocionales introvertidos (los “cisnes”) en caóticos, el de los intelectuales introvetidos (los “búhos”) en muermos, el de los intelectuales equivertidos (las “gacelas”) en dubitativos y el de los intelectuales extrovertidos (las “mariposas”) en tiranos, porque suelen manejar mal las crisis. Los McGyver, que parecen resolutivos, se han colado en esta tipología de jefes con graves imperfecciones.

Ahora bien, la diversidad nos enriquece. Ojalá pudiéramos tener el ímpetu de los bueyes, la capacidad de generar consensos de los delfines, de trabajar de las abejas, la generosidad de los bueyes, la imagen de los leones, la creatividad de los cisnes, la inteligencia de los búhos, la lealtad de las gacelas y la diversión de las mariposas. Y si no podemos tenerla nosotros mismos como jefes, al menos sí en el equipo.

Como estamos en el día del Padre, la tipología de “malos jefes” también es aplicable a nuestros progenitores. Los hay mandones, missing, curroadictos, coleguitas, acelerados, caóticos, muermos, dubitativos y tiranos. Todos podemos serlo en algún momento de nuestras vidas. En el exceso, toda fortaleza puede convertirse en obsesión.

Cuando llega el estrés, el desánimo o el agobio, como jefes y/o como padres mostramos nuestro peor yo. Cuando fluimos, enseñamos nuestra mejor forma de ser: somos líderes versátiles. Serenos, cercanos, sanamente exigentes, seirviendo a los demás y generando sinergias. Es lo que se llama “el principio de Anna Karenina”, por el comienzo de la magna obra de Tolstoi (1877) : «Las familias felices son todas iguales; las familias infelices lo son cada una a su manera».

Esta mañana, en la librería Beta de la calle Sierpes de Sevilla (un antiguo teatro reconvertido en grandiosa librería), me he comprado el último libro de mi buen amigo Roberto Luna-Arocas, El líder no nace, ¡se hace! Viaje hacia el talento. Estaba en el escaparate como una de las principales novedades (sí, Liderazgo Guardiola también estaba por ahí). El prólogo de este Viaje hacia el talento es de un servidor. Se trata de un diálogo humanista de coaching entre un directivo que desea mejorar sus competencias de liderazgo y su coach ejecutivo. Un texto muy entretenido y profundo. Seguro que será un éxito editorial.