Martes de Carnaval

Jornada medio lúdica previa a los Reyes. He ido con Zoe por la oficina, he mandado un par de cosas a Galicia, a Enrique Ulloa. Hemos comido en La Vaguada, en el Hollywood, y a ver la cabalgata desde casa.

Me ha gustado, de la cabalgata de Madrid, las palabras finales del Rey Melchor: reivindicar “la noche en que todo es posible”, recuperar “el niño que llevamos dentro”, porque así “seremos más libres y el espíritu de la navidad no nos abandonará nunca”. Y para terminar, el tema Imagine de John Lennon.
Afortunadamente, el tiempo ha respetado a los niños. 20 carrozas en Madrid, 33 en Sevilla. Si estuviera cerca de la responsabilidad municipal, “animaría” a las primeras 50 empresas de la ciudad a que se mojasen en la cabalgata de Reyes. Tienen que estar allí, más allá del Zoo, el Parque de Atracciones, el Disney Channel, TVE… Las empresas han de involucrarse en la vida ciudadana.

Hoy he estado leyendo La elección de Hércules, del profesor de Filosofía de la Universidad de Londres y miembro supernumerario del St. Anne’s College de Oxford, Anthony Clifford Grayling. El profesor Grayling se refiere a la leyenda de que Hércules fue abordado por las personificaciones del Deber y del Placer, encarnadas por dos bellas mujeres. Son la buena vida y la Vida Buena.
¿Cómo hemos de vivir? Es una pregunta desde Sócrates, pasando por Cicerón, Montaigne, la Ilustración, Kant, Nietzsche… Grayling nos recuerda que, cuando Hércules tiene el dilema entre Deber o Placer, está trabajando como pastor de vacas en un refugio rural. El héroe se hospedaba en casa de Thespio, padre de 50 hijas, con las que Hércules procedió a acostarse. La versión clásica de este mito aparece en los Memorabilia de Jenofonte. Lo trata Handel en su oratorio La elección de Hércules.
“¿En qué consiste la buena vida? En cierto modo, la respuesta es bastante obvia. Es una vida bien vivida, una vida con sentido, una vida realizada.” Grayling le da siete notas: el significado (identificación de valores y objetivos), la identidad afectiva (conexiones con los demás), el empeño (la vida que uno ha elegido), la verdad (vivir de una forma intelectualmente honesta), la libertad (autonomía, autogobierno, responsabilidad), la belleza (cualidad circunstancial del escenario en el que transcurre la vida) y la realización (integración de las otras seis).
Grayling cita a Kant y a su célebre ensayo ¿Qué es la Ilustración? Sapere aude! ¡Atrévete a saber! ¡Ten el coraje de utilizar tu propio entendimiento! –éste es el lema de la Ilustración. Sí, pensar por uno mismo es uno de los rasgos esenciales de la buena vida. Y en la sabiduría práctica aristotélica (phronesis), dirigirnos por el justo medio: la valentía (punto medio entre la cobardía y la temeridad), la generosidad (término medio entre la cicatería y el derroche)…
El autor nos recuerda que Hércules era hijo de Alcmene, una de las mujeres seducidas por Zeus. Y que la diosa Hera, esposa de Zeus, le provocó a Hércules una locura por la que mató a su amada Megara y a su hijo. “Vivir es firmar un contrato para tener pérdidas”. Sí, existen la pérdida, el dolor, la injusticia, la culpa, la enfermedad, la pobreza, el fracaso, la decepción, el rechazo, la desesperación, la depresión… “Cuando cae la oscuridad, la primera exigencia en respuesta a ello es la valentía, la segunda la paciencia, y la tercera la entereza”.
En la parte práctica del libro, el profesor Grayling apuesta por la Declaración Universal de Derechos Humanos, por un desarrollo humano inteligente, por valores actuales (“una conversación apropiada y feliz es el fin principal y noble del matrimonio”, John Milton, 1643), por una sexualidad natural (“nuestros parientes primates más cercanos, los chimpancés pigmeos o bonobos, practican a menudo los encuentros sexuales como una forma de estrechar lazos y a modo de simple esparcimiento, igual que entre los humanos”), por la buena muerte, por una religión tolerante (Grayling recuerda que el cristianismo primitivo cerró la Academia de Platón y el Liceo de Aristóteles en 529 por enseñar doctrinas ‘paganas’ y puso fin a los Juegos Olímpicos en el año 393 por la desnudez de los atletas). “El objetivo de la ética es identificar concepciones de vidas que valga la pena vivir –vidas íntegras, bien vividas, satisfactorias y equilibradas”.
Finalmente, el autor nos recuerda la doctrina de la “guerra justa” de Santo Tomás de Aquino. Una guerra es justa si se dan tres condiciones: una causa justa para declararla, que la declare una autoridad legítima y que se haga con la intención adecuada (hacer el bien, evitar el mal). El Presidente Obama se aha referido a ello cuando le concedieron el Nóbel de la Paz.

Me ha gustado más, qué duda cabe, El don de la felicidad del abad Jamison. En este libro, las Bienaventuranzas son criticadas, siguiendo a Nietzsche, como un “modelo mental” de pueblo de esclavos; en el texto de Jamison se explican maravillosamente. Sin embargo, La elección de Hércules reafirma que la política ha de estar al servicio de la ética, lo cual es muy importante.

Por la noche, a las 10, he estado disfrutando en La 2 de Martes de Carnaval. Los cuernos de Don Friolera, un homenaje a Valle Inclán con guión de Rafael Azcona dirigido por José Luis García Sánchez e interpretado por Juan Luis Galiardo (Don Friolera), Juan Diego (Pachequín), Adriana Ozores (Dñª Loreta), Pilar Bardem (Dñª Tadea), Jesús Franco (Don Manolito), Julio Diamante (Don Estrafalario), Paco Tous, Antonio Dechent y Enrique Villén (Tenientes), Manuel de Blas (Coronel Lamela)… Es una maravilla. Me he reído un montón con el texto de Valle Inclán, con sus ocurrencias y con la sana crítica de una España que en algunas cosas está muy lejana y en muchas otras no tanto.

Mañana día 6, en La 2, también a las 22 horas, podré ver Martes de Carnaval. Las galas del difunto que completa la trilogía de esperpentos.
Martes de Carnaval: Guerreros (Marte, el Dios de la guerra) de opereta. Como algunos militares durante la dictadura de Primo de Rivera o como algunos ejecutivos de nuestros días.

No podemos perdernos a Valle Inclán, uno de nuestros mejores dramaturgos. Este proyecto, con Juan Gona como productor ejecutivo, es de vital importancia para construir nuestro destino. Como dice José Luis García Sánchez en sus Notas del director: “la cultura española está en permanente deuda con Valle Inclán (…) El cine español no le ha devuelto aún a Don Ramón todo el amor que él le dio”. Y concluye: “Estamos a tiempo”.

¿Año Xacobeo, la Felicidad, Valle Inclán? ¡Qué maravillosa mezcla!