La caida

Fin de semana sin cine (cosa rara en mí). Para este mes de noviembre, tengo previsto ver en principio Celda 211 (de Daniel Monzón, con Luis Tosar), Julie y Julia (de Nora Ephron, con Merryl Streep), Capitalismo: una historia de amor (de Michael Moore) y Amelia (de Mira Fair), además de Wall Street y Millenium 2 en los Cine Fórum de APD de Bilbao y Zaragoza.

Hemos ido a Micrópolix (la cuarta vez que Zoe va a este sitio tan estupendo de entretenimiento para niños) y a comer con unos amigos.

De la prensa, me quedo con tres entrevistas. La de María Cuesta a Francisco Román, Presidente Consejero Delegado de Vodafone (y uno de los mejores directivos de nuestro país, sin duda), en ABC, en la que aporta muchas claves. “España tiene asignaturas pendientes, pero no es la innovación. El esfuerzo innovador se palpa”, “hay pocos sectores que puedan contribuir tanto y de modo tan eficaz a construir un modelo de economía sostenible como el de las telecomunicaciones. Se trata de un sector que supone más de un 4% del PIB, es el único que, año tras año, es deflacionista y tiene una gran fuerza inversora, de hecho, las cuatro grandes empresas del sector invertimos unos 2.000 millones al año en lo que se refiere al móvil”, “Vodafone 360 es el gran lanzamiento tecnológico de Europa”. La segunda entrevista es la de Antonio Lucas y Luis Martínez en El Mundo a la ministra de cultura, Ángeles González-Sinde: “La industria del cine está sometida al momento más vulnerable de su historia”. No me extraña. Ojalá fuera una industria de verdad, con muchas productoras que fueran verdaderas empresas, bien organizadas, solventes, rentables, longevas. No es el caso. La tercera entrevista, en XL Semanal, es la de Fernando Goytia a la actriz Meryl Streep. El año pasado le concedieron el premio Donostia en el Festival de San Sebastián. A sus 60, no para de trabajar (posiblemente porque es la más versátil). Sus 10 ingredientes para ser feliz son:
1. “Me enseñaron a ser inconformista y luchadora. Nunca hago caso a los consejos de nadie”.
2. “Vivo entre mi casa del Greenwich en Nueva York y una granja remota en Connecticut, rodeada de montañas, silencio y naturaleza. Allí planto coles, leo… Está bien ser una estrella de cine, pero ¿vivir en Hollywood y pasarme el día hablando de trabajo? ¡Ni lo sueñes!”
3. “Entiendo a las actrices que se operan para seguir trabajando, ya que la mayoría de los papeles disponibles son para gente joven y guapa. Pero es una trampa, no caigas en ella”.
4. “Depender del bótox es contraproducente, puedes parecer más joven pero limita tu expresividad”.
5. "Jamás he cambiado de peinado y no creo que lo haga”.
6. “En mi casa yo misma cojo el teléfono, hago la compra y plancho. Me ayuda a mantener el contacto con la realidad”.
7. “Mi nevera está llena de alimentos naturales”.
8. “Practico yoga desde hace unos años, me ayuda a combatir el estrés”.
9. “Envejecer es parte de la existencia, la vida es algo precioso. Cuando pierdes a seres queridos, comprendes que cada día es un regalo y hay que disfrutar de él”.
10. “Me siento muy a gusto con mi aspecto. De niña no me gustaba nada y, pasados los 20, me veía siempre mayor de lo que era. De pronto cumplí los 40 y encontré la armonía, todo encajaba. Me veía bien, la ropa me sentaba bien, como si hubiera llegado a mi edad ideal.”

Optimismo, sentido del humor, madurez, relajación, naturalidad… Maravillosa.

Y del resto de la prensa, la sorpresa de que EEUU cuantifica el PIB de forma distinta a la europea (este modelo nos daría un 0’75% más cada año). “El sistema sirve para que Washington dé lecciones sobre la supuesta superioridad de su modelo”. También en El Mundo Mercados, los cinco pilares de la ‘revolución’ económica de Obama: el sector financiero (20% del PIB), la industria manufacturera (11’5%), la sanidad (8%), la energía (4’4%) y el transporte (2’9%). En total, el 47% del PIB. Y en Expansión & Empleo, Lecciones de gestión frente a la gran pantalla. Efectivamente, el cine nos puede enseñar mucho. El artículo pone como ejemplos, Si la cosa funciona, Ágora, Los abrazos rotos y Gran Torino (me cabe el honor de que las dos películas españolas mencionadas fueron comentadas en Cine de Gestión por un servidor).

Esta tarde he estado leyendo La caida, del profesor de la Universidad de Manchester Steve Taylor, que ha dedicado siete años a investigar el momento de la “explosión del ego” en la historia. Fue hace 6.000 años, principalmente en Asia Central y Oriente Medio, con motivo del cambio climático que provocó la desertización de Saharasia. “Los últimos 6.000 años han sido una pesadilla esquizofrénica de la que, finalmente, estamos empezando a despertar.” La guerra no existía hasta el 4.000 a.C. Desde entonces, no ha habido otra cosa (entre 1740 y 1897, 230 guerras y revoluciones en Europa; de los 79 emperadores de Roma, 31 fueron asesinados, 6 fueron obligados a envenenarse y otros tantos desparecieron en combate).

En la era “pre-caída” (siempre según Taylor), las sociedades eran de cazadores-recolectores (apenas se alimentaban de un 10-20% de carne). Desconocían las luchas tribales. No había patriarcado ni estratificación social. En un 89%, desconocían la propiedad privada. La agricultura fue “el peor error de la historia de la humanidad” (Jared Diamond). Hace 6.000 años, la población sería de unos 100 millones de personas. Y entonces tuvo lugar “el gran cambio, un cambio tan radical y de tal magnitud que, de hecho, no tiene parangón en todo lo que conocemos sobre la evolución cultural de la humanidad” (Riane Eisler). Saharasia se desertizó, sus habitantes abandonaron la zona y buscaron nuevas tierras. De esa época son las primeras invasiones en la vieja Europa. En el planeta han perdurado pueblos “no caídos” (como los aborígenes de Oceanía, los nativos americanos, los pueblos africanos) con una actitud positiva hacia la naturaleza, matriarcados pacíficos.

La “caída” supuso la explosión del ego. Y con ella la individualidad exarcebada, la dominación masculina (testosterona), el materialismo, la desigualdad social y la guerra intensiva. Es la conciencia egóica, la conciencia del hemisferio izquierdo, del tiempo lineal y secuencial, del miedo a la muerte, de la infelicidad subyacente, del espíritu competitivo y el malestar psicológico. El “caos social” está generado por la guerra y la delincuencia, el patriarcado, la desigualdad y el maltrato infantil. La separación del cuerpo y la hostilidad hacia la naturaleza son también signos de esos tiempos. Estamos, opina Taylor, en un cambio de época en el que la meditación, la ética, el acercamiento a la naturaleza, la espiritualidad y la solidaridad nos llevarán a una era “post-caída”.

En este libro, he podido aprender además que para mi admirado Mihaly Csikzentmihalyi “la mañana del domingo es el momento más infeliz de la semana” porque “en ausencia de demandas atencionales, la persona es incapaz de decidir qué hacer. Durante el resto de la semana la energía psicológica está enfocada en las rutinas externas, ¿pero qué hacer la mañana del domingo, después de desayunar y de haber echado un vistazo al periódico?” No es el caso de un servidor. A mí los domingos me encantan (y los lunes, también). Hay tanto con lo que disfrutar…