La ruina, la envidia, la ignorancia


Jornada de proyectos, reuniones internas, artículos para publicar en distintos medios y comida con compañeros de trabajo.

A las siete, he asistido en Esade a la presentación del libro de Juanma Roca El reino de la humildad, con dos “padrinos” de lujo: Juan Fernández Aceituno (Presidente de la Sociedad de Tasación, que dirige además KnowSquare, un sano intento de regeneración ética e intelectual de las empresas) y Antonio Garrigues (prologuista de la obra y Presidente de Garrigues). Hace un año, cuando Juanma entrevistó a Antonio, éste le formuló una pregunta que al periodista le ha hecho reflexionar: “¿Qué te gusta más, la gestión o pensar sobre la gestión?”

Decenas de amigos del autor (y de un servidor) en la presentación del libro. Después de las palabras de Juanma sobre la importancia de la humildad y el liderazgo de servicio (a partir de las ideas de Robert Greenleaf, Stephen Covey o Bill George), pasamos a tomar un vino español.

Precisamente Juanma Roca nos recomendaba ayer el artículo de John Carlin sobre Leo Messi en El País Semanal, titulado Peter Pan en el Olimpo del Fútbol: “Humilde, tímido, menudo, Leo Messi reserva toda su expresividad para el campo. Y ésa puede ser la clave que le aúpe a lo más alto. Es el nuevo genio del fútbol mundial. El “crack” de un equipo, el Barça, que este miércoles ante el Manchester United puede redondear una temporada histórica”. El retrato de un ganador que “sigue jugando como si fuera un niño”.

En la revista XL Semanal (Grupo Vocento), Cristina Carrillo de albornoz escribía sobre Santiago Calatrava, uno de nuestros mejores arquitectos. Su ambicioso proyecto para la zona cero de Nueva York ha sido tildado por “The New York Times” como “monumento al ego”. Calatrava contesta: “Acepto las críticas justas; la envidia y la ignorancia, no”. Considera qu “la arquitectura debe aportar una dimensión poética a las ciudades. Los edificios tienen alma”. Su única respuesta a los ataques es “seguir trabajando con la misma pasión y perseverancia”.

En El País, Diego Torres y Amaya Iríbar nos cuentan que La ruina amenaza al fútbol. “La crisis financiera y la caída de la construcción ponen en jaque a la industria del balón, que acumula una deuda superior a los 3.400 millones de euros”. Se dice en el artículo, entre otras muchas cosas, que “la ley concursal penaliza a los clubes bien gestionados”.

En las páginas de Negocios del mismo diario, mi admirada Carmen Alcaide se refería a El Estado y el nuevo modelo económico. Para la profesora Alcaide deberían impulsarse sectores como alimentación, química, farma, energía o telefonía.

En Cinco Días, Paz Álvarez y Santiago Millán, y Laura de Cubas en Infoempleo, se ocupaban de Expomanagement: “El equipo es el mejor motor para el cambio”. Y en Expansión, Clara Ruiz de Gauna, de Un país con casas de cemento, paja y madera:
“Si del amor al odio hay un paso, a nosotros nos ha bastado el ritmo de una geisha para pasar del todo a la nada. Hace menos de cuatro años, se hablaba de un milagro llamado España.
En poco tiempo, habíamos pasado de ser un país gris apenas iluminado por el sol del turismo para convertirnos en un mercado brillante con micrófono abierto en los auditorios de la economía. Los medios extranjeros coloreaban nuestro impulso y nos ponían en la pizarra como ejemplo para los países europeos de nueva generación que, como Polonia, soñaban con imitar el modelo español.
Es cierto que este sistema flojeaba por culpa de unos cimientos temblorosos que se construyeron demasiado deprisa. Pero también es cierto que España se hizo grande gracias al ímpetu de bancos, constructoras, empresas de servicios, operadoras de telecomunicaciones y eléctricas que se apoyaban en pilares tan sólidos como los romanos.
La clase empresarial consiguió, en aquellos maravillosos años, que nos despojáramos de nuestros complejos y que fuéramos casi tan altos como los alemanes, los franceses y los ingleses. Fue Telefónica la que compró O2, fue Santander el banco que se hizo con Abbey y fueron las eléctricas españolas las que reordenaron el mapa energético mundial. Estas compañías construyeron casas de ladrillo y cemento, que se mantuvieron en pie cuando vino el lobo.
Porque el lobo vino. Y se llevó por delante las casas de paja y madera para poner punto final a un cuento que se acabó sin perdices. Eso es, al menos, lo que nos están contando. Del sueño español, hemos despertado en la pesadilla nacional. Aquellos que se maravillaban de nuestro empuje nos echan ahora a los pigs y nosotros, casi sin cuestionárnoslo, nos bajamos rápidamente del podio y asumimos el papel de perdedores.
Desde el Gobierno se propone un cambio radical del modelo y los expertos nos dicen que lo de antes no funciona, que nuestras virtudes son hoy nuestros defectos. ¡Claro que hay datos objetivos que subrayan el pesimismo y que advierten de la necesidad de una metamorfosis!
En sólo dos días, por ejemplo, compañías como Vodafone, Yell y Burberry han tenido que recortar drásticamente el valor de su negocio en España. Por no hablar de la cantidad de grupos nacionales que se ven incapaces de seguir adelante. Pero seguimos contando con empresas en alza, grandes y no tanto. Telefónica gana más dinero que nunca gracias a su afán de diversificación geográfica y una firma aragonesa llamada Eissound ha creado un mando que ha conseguido colarse en el universo Apple.
Puede que antes no fuéramos tan listos, pero seguro que ahora no somos tan tontos. El cuento será posible si nos apoyamos en las construcciones firmes y si, en lugar de promover demoliciones masivas, reforzamos con cemento las casas de madera y paja. Porque, si nosotros mismos no creemos en nuestra capacidad de trabajo, ni la empresa más sólida resistirá el soplido del lobo.”

Sí, como solemos repetir en Eurotalent, habrá ganadores (con casas de cemento) y perdedores (con casas de paja y de madera, en lo que al talento y su gestión se refiere).