El espíritu creativo


Jornada de reuniones comerciales con potenciales clientes y reuniones internas de proyectos.

He leído El espíritu creativo, de Daniel Goleman, Paul Kaufmann y Michael Ray (el libro es de 1992, pero acaba de ser traducido al castellano) y me ha encantado. Está basado en la exitosa serie de televisión The Creative Spirit y los autores han sabido llevar eficazmente a estas páginas el formato televisivo.

Paul Kaufmann, productor y guinista, define “espíritu” como el hálito de la vida. Para que sea creativo ha de ser liberado. Por eso nos hablan de la “anatomía del momento creativo” (preparación, frustración, incubación, soñar despierto, iluminación o ¡eureka!), de que la creatividad no tiene edad, de atreverse a ser ingenuo (“El análisis de lo obvio exige una mente muy fuera de lo común”, Alfred North Whitehead), de la mente como agua (fluidez), de nutrir la creatividad (la profesora Teresa Amabile ha istado los “asesinos de la creatividad”: la vigilancia, la evaluación, las recompensas, la rivalidad, el exceso de control, la restricción de las elecciones, la presión), la creatividad que florece cuando las cosas se hacen por placer, las inteligencias múltiples de Howard Gardner, el ejemplo de la escuela de Regio-Emilia (Niente senza gioia, nada sin alegría) o de la “Flor room” de la Key School, los museos para niños y la creatividad en el trabajo (“como nunca antes, la calidad general de la vida de un país depende de la aplicación de la inteligencia, incluso la sabiduría, para la solución de problemas en el trabajo”). El libro nos recuerda aquellas frases del Presidente del Michigan Savings Bank, “el caballo ha llegado para quedarse, pero el automóvil es sólo una novedad… una moda pasajera”, que recomedó al abogado de Henry Ford que no invirtiera en la Ford Motor Co. y de Darryil Zanuck, director de la 20th Century sobre la televisión: “Después de seis meses, este aparato no se mantendrá en ningún mercado que logre captar. La gente se cansará pronto de mirar todas las noches una caja de madera”. Dos visionarios.

Me ha encantado la cita del libro sobre San Pablo en su Epístola a los Helenos: “la fe es la sustancia de lo que se espera, la prueba de lo que no se ve”, porque conecta fe, esperanza y confianza. En su Epístola a los Corintios: “Hay tres cosas: Fe, Esperanza y Amor. Pero la mayor es el Amor”. Y la historia de Doug Greene, director de New Hope Communications, cuyo lema inicial a su gente fue: “Sé amable, sé amable, sé amable” y lo transformó en “sé amable, sé honesto, diviértete”.

Cuestionarse, que viene de quaerere (buscar). Y el comienzo de Historia de dos ciudades, de Charles Dickens: “Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos. Era la edad de la sabiduría, era la edad de la imbecilidad. Era la época de las creencias, era la época de la incredulidad. Era la temporada de la luz, era la temporada de la oscuridad. Era la primavera de la esperanza. Era el invierno de la desesperación. Lo teníamos todo ante nosotros. No teníamos nada ante nosotros. Íbamos todos directamente al Cielo. Íbamos todos directamente al otro lado.” Dickens se refería, obviamente, a su época, pero ¿no se referirá también a la nuestra? Un gran libro, sin duda.

Por la tarde he ido al cine a la sesión de las 19.30 a ver The Internacional. La película hace honor a su nombre, porque está localizada en Berlín, Luxemburgo, París, Nueva York, Milán, Estambul… Pero me ha aburrido un montón. Clive Owen y Naomi Watts están flojos y la historia no te engancha. Lástima.