El papel de víctimas

Barcelona en primavera es verdaderamente “la ciudad de los prodigios”. Fascinante jornada la de hoy, con reuniones muy interesantes, varias entrevistas de coaching y una reunión con uno de los principales empresarios de nuestro país, en relación a un proyecto de valores para una gran empresa familiar.

Lo mejorcito de la prensa económica de hoy, una vez más, la columna de Ángeles Caballero en El Economista: Esa gente buena que no se queja. Se refiere a los quejicas, a los que van de víctimas. Y contrapone a esta gente a dos personas admirables. Inmaculada Montalbán (presidenta del Observatorio contra la violencia doméstica y de género) y Vicente Ferrer.

En El País, Cristina Galindo proclama que Nos falta liderazgo femenino. Es cierto. Sin embargo, las expertas citadas abusan en general de la demagogia (excepto Celia de Anca). Por ejemplo, Lamia Walker, directora del centro para las mujeres de negocios: “Si nos fijamos en compañías que han caído en esta crisis, como Lehman Brothers, Royal Bank of Scotland, Stanford, Madoff, AIG… ¡Todas estaban gestionadas por hombres!” Vaya tontería. Esos casos no son de género, sino de sinvergüenzas, que no tiene nada que ver.

He llegado en el AVE a Madrid a eso de las 10 de la noche y, mientras cenaba y respondía a los más de 50 correos electrónicos pendientes, me he puesto a ver el programa de televisión (TVE 1) Crisis. Soluciones, con seis interlocutores: el Ministro de Trabajo, el responsable de Economía del principal partido de la oposición, el Presidente de la patronal (CEOE) y de las pequeñas y medianas empresas (CEPYME) y los secretarios generales de los dos principales sindicatos (UGT y CCOO). Diferentes posiciones, pero un denominador común: un discurso antiguo, trasnochado. Parten de que las empresas españolas son poco competitivas y debaten sobre abaratar o no las cotizaciones sociales, el despido o la financiación. Como ejemplo, de “modernidad”, hablan de formación y de investigación y desarrollo. El Liderazgo (precisamente no dan un ejemplo de ello), la Innovación, la Confianza, el Talento… brillan por su ausencia. ¿Merecemos en 2009 un discurso decimonónico? Para colmo, la pregunta de la periodista que “modera” el debate es “¿Hasta cuándo durará esta crisis?” Como ya he dicho en otras ocasiones en este blog, es la pregunta más peligrosa que nos podemos hacer, porque si esperamos que nos “saque” alguien de la crisis, lo llevamos claro.

¿Soluciones? En el último Business Week podemos leer (y reflexionar) sobre Las ideas que están cambiando las reglas del juego en los negocios (game-changing ideas for business). Citan a John Chambers, Consejero Delegado de Cisco Systems: “Sin excepción, mis mayores errores ocurrieron porque me moví demasiado lento”. ¿Cuáles son esas ideas? Por ejemplo, buscar inspiración de las economías emergentes (por eso hay que internacionalizarse), las “incubadoras de ideas” (que son imposibles en climas laborales irrespirables), la “universidad de la singularidad”, el valor del empleado (talento, talento, talento), la construcción de equipos globales, la evaluación del desempeño en plan redes sociales, la manufactura bajo demanda (extremadamente “lean and mean”), la conversión de los proveedores en accionistas, el tratamiento del estado como cliente… No es precisamente lo que he estado escuchando en la tele.

Afortunadamente, estos días estoy hablando con muchos Presidentes, Consejeros Delegados y Directores Generales a los que considero amigos (simplemente, para preocuparme por cómo están). Compruebo con gran satisfacción que están activos, son responsables y están ilusionados. Lógicamente, lideran compañías admirables, aunque lo estén pasando mal en estos momentos. Promueven la Confianza, la Transparencia y la Meritocracia. Estoy convencido de que saldrán adelante, reforzados de esta situación difícil. No van de víctimas; por el contrario, hacen lo posible porque sus profesionales sean protagonistas y hagan sus compañías cada vez más competitivas. Ellos (y ellas) son también Gente buena que no se queja. Y por eso el futuro es suyo, no de quienes añoran el pasado.