El guerrero zen

Mañana en Castedefells (Barcelona) participando en la Convención Internacional de Ventas de Taurus. Admirable cómo esta empresa nacida en un pueblo de Lleida de 1.200 habitantes aspira a convertirse en el líder mundial del pequeño aparato electrodoméstico, con una filosofía multilocal (apegada al terreno) y considerándose a sí misma “el pequeño de los grandes y el grande de los pequeños”, con una voluntad absoluta de independencia.
Me han gustado mucho los valores del grupo Taurus:
- Entrega, dedicación y compromiso
- Humildad
- Austeridad
- Flexibilidad y agilidad
- Abiertos al cambio
- Accesibilidad
- Juventud
- Libertad
- Rentabilidad, negocio y ambición
Como he comentado en esta Reunión Internacional, estos valores los suscribiría desde sus comportamientos nuestro tenista, Rafael Nadal.

Me ha alegrado la concesión a Rafael Nadal del Premio Príncipe de Asturias del Deporte. Decía el pasado lunes en la UIMP que para mí es la persona que mejor representa el talento europeo. Enhorabuena a Rafa y a todos los que disfrutamos con sus éxitos y nos identificamos con su forma de ser y de actuar.

Tino Fernández, periodista de Expansión, firma hoy en ese diario un artículo de Opinión titulado Un jurado de simples forofos. Y dice así: “Desde 2005, el jurado del Príncipe de Asturias del Deporte demuestra –seguro que involuntariamente- ser un grupo de forofos antes que un conjunto de expertos que realmente entiende estos premios, su dimensión universal y la necesidad de reconocer trayectorias incontestables de largo plazo. Este jurado no logra evitar el oportunismo y últimamente se sube al carro de ídolos con regusto local. Esto no significa un menosprecio a los méritos inmensos de Rafa Nadal, de la selección española de baloncesto o de Fernando Alonso, los últimos premiados nacionales, en un año en el que el deporte español ha cosechado éxitos nunca vistos hasta ahora. Pero esa insistencia en galardonar a un deportista de casa puede ser un obstáculo para el futuro y la credibilidad de estos premios. Y en esta edición el jurado contaba con la extraordinaria oportunidad de reconocer el mérito inmediato de Michael Phelps, que ha destronado a un rey olímpico de los tiempos en los que la televisión era en blanco y negro. Pero el record universal, mediático, global, difícil de batir, de las ocho medallas de oro no ha pesado tanto como la persistencia por subir al podio de los Príncipes de Asturias a uno de los nuestros, aunque Nadal tenga méritos sobrados para estar en cualquier quiniela de premiados, por lo que esta vez, sin que sirva de precedente, los forofos no han errado demasiado. Aunque con frecuencia el jurado olvida que no está decidiendo sobre una gala del deporte, sino sobre unos premios que han de perdurar, más allá de nuestras fronteras y por encima incluso de nuestras estrellas.”

Aprecio muchísimo a Tino, creo que es uno de los mejores periodistas de gestión de nuestro país y considero que su labor en Expansión & Empleo es simplemente magnífica. Ahora bien, sobre la concesión del Príncipe de Asturias del deporte a Rafael Nadal, sinceramente, tengo un punto de vista distinto al suyo. No me atrevería a llamar "forofos" a un jurado presidido por Juan Antonio Samaranch. Ni a restar méritos a la selección española de baloncesto, a Fernando Alonso o al propio Nadal. Y sí, Michael ha logrado una hazaña enorme. Ahora bien, en términos de mérito, ¿qué tenista ha ganado el mismo año Roland Garros, Wimbledon y los Juegos Olímpicos? ¿Qué deporte es más popular, el tenis o la natación? ¿Qué cualidades personales destacan en Phelps (las de Rafa Nadal creo que son conocidas por todos?

Rafael Nadal es el número uno del mundo en un deporte conocidísimo y encarna unos valores importantísimos no sólo para la juventud, sino para todos nosotros. Excelente el artículo El guerrero zen, de Alejandro Gándara, que ha aparecido en el número uno de Vanity Fair: Empieza así: “Cada bola es el fin del mundo. Como los samuráis, Rafa Nadal no piensa en la vida o la muerte –victoria o derrota- durante el combate, sino en la perfección de cada movimiento (…) descubrimos las claves que explican por qué ese extraño cóctel de temperamento jondo e impasibilidad nórdica lo ha convertido en el mejor.” Y prosigue: “¿Cómo se convierte alguien en el mejor en algo? Probablemente, evitándolo. Pero como evitar podría parecerse a impedir, sería menos confuso expresarlo de esta otra manera: alguien se convierte en el mejor a condición de no desearlo, no al menos con la obcecación y por tanto la ceguera que provoca el deseo absoluto con sus tensiones irrevocables, su parálisis, torpezas y errores. Suena a filosofía zen, pero es la que desprende Rafael Nadal (Manacor, 1986) en su forma de pasearse por este mundo, con canchas y sin ellas, sugiriendo la posibilidad de que nos hallemos ante un tenista zen, una rareza en todo su esplendor”. Maravilloso.

Por una vez, un compatriota ha sido profeta en su tierra, en un país que habitualmente desdeña el talento. Algo está cambiando. Enhorabuena a Rafa y a todos nosotros por reconocer los méritos de alguien verdaderamente grande.