El lugar al que llaman paraíso

Ayer llegamos al aeropuerto de Las Américas, en Santo Domingo, con media hora de retraso y otra hora y media de recogida de maletas (la cinta se estropeó dos veces). Estaba mi amigo Freddy preparado para llevarnos a Punta Cana, que son otras tres horas largas de coche. Lo justo para llegar a cenar e ir a dormir, con las seis horas de diferencia entre España y la República Dominicana. En cualquier caso, merece la pena.

Entre las lecturas del vuelo, El código Shakespeare, de la erudita Virginia Fellows. Magnífico libro sobre Francis Bacon y la autoría de las obras de “Shakespeare”, que inaugura de alguna forma mis reflexiones (y escritura) sobre el bardo que culmina la trilogía sobre novela histórica de management, iniciada con El triunfo del humanismo en la empresa. Erasmo de Rótterdam y la naturaleza del poder y continuada con Leonardo da Vinci y su Códice para el Liderazgo. Espero que esté en librerías el 23 de abril de 2009, fecha conmemorativa de Cervantes y de Shakespeare.

También he estado leyendo Tú, a quien llamo amor, un libro de poesía (antología) del portugués Nuno Júdice que compré en la librería Hiperión antes de ayer. “El arte de Nuno Júdice consiste en explicar sin destrozar, en desmontar sin disminuir, en abrir las entrañas de los sentimientos, exponiendo los pensamientos que los atraviesan, sin matar el misterioso deslumbramiento que genera lo que sentimos y lo que pensamos”, explica Inés Pedrosa en la Introducción a su obra.

Elijo, entre muchos buenos poemas, Ausencia, que traducido al castellano es el siguiente:

Quiero decirte una cosa sencilla: tu
ausencia me duele. Me refiero a ese dolor que no
hiere, que se limita al alma; pero que no deja,
por eso, de dejar algunas señales: un peso
en los ojos, en lugar de tu imagen,
y un vacío en las manos, como si tus manos
les hubiesen robado el tacto. Son estas las formas
del amor, podría decirte.; y añadir que
las formas sencillas también pueden ser
complicadas, cuando nos damos cuenta de la
diferencia entre el sueño y la realidad. Sin embargo,
es el sueño el que me trae tu recuerdo; y la
realidad me aproxima a ti, ahora que
los días corren más deprisa, y las palabras
quedan presas en una refracción de instantes,
cuando tu voz me llama desde dentro de
mí, y me hace responderte una cosa sencilla,
como decir que tu ausencia me duele.