Tantra y rigidez

A mí los días 13 en general me han traído buena suerte y el de hoy no ha sido una excepción. Por la mañana, cinco magníficas entrevistas con sendos directivos (ellas y ellos) que constituyen el núcleo de dirección de una organización de enrome éxito. Personas muy capaces y enormemente comprometidas que han generado un contexto humanista y que desean fervientemente seguir mejorando a través del coaching individual y de equipo. Un sensacional ejemplo de esperanza.

Después, Marta Romo (tan experta conductora de equipos como de vehículos) ha conseguido “acercarme” al aeropuerto de Barajas para volar de nuevo a Fuerteventura vía Tenerife Norte.

Me ha dado tiempo a repasar la prensa y sorprenderme de la investigación de la Universidad de Chicago que recoge Chus Muñoz en Ecoaula (El Economista) con el título Si eres directivo, tolerancia cero. Según este artículo, la escuela de negocios de la Universidad de Chicago ha entrevistado a más de 300 directivos y ha concluido que para llegar a ser director general o consejero delegado, el rasgo que más importa es la rigidez en el modo de trabajar. “Según los académicos responsables de este informe, los directivos más rígidos son después los que mayores éxitos alcanzan en su vida empresarial y, por contra, quienes presentan actitudes como el trabajo en equipo, saber escuchar a los demás o asumir su parte de culpa en los errores de los empleados, no tienen entre sí un futuro laboral muy halagüeño”. Con todos mis respetos para Chus, que simplemente transcribe el “informe” de estos “Chicago boys”, me parece una auténtica estupidez. O han entrevistado a un grupo de “machos alfa” contentos con su suerte, o mezclan churras con merinas (alaban “la disciplina, cierta agresividad y una clara persistencia en la consecución de objetivos” y el periodista concluye: “al margen de rasgos personales a la hora de tomar el mando, lo que sí parece claro es que un buen jefe tener dotes de líder”). No concibo el liderazgo como rigidez, falta de escucha y menosprecio por el equipo. Este supuesto estudio (que no está firmado por ningún coordinador, ni muestra el más mínimo rigor científico) contradice decenas de investigaciones serias y fundamentadas en los últimos 25 años.

La página de Juanma Roca en La Gaceta recoge el estudio de Monster a nivel europeo: el 46% de los profesionales se mueve por lo económico (trabaja principalmente por dinero) y sólo un 28% por realización y satisfacción personal (en España, el 55% por dinero y el 23’5% por autorrealización). Si esto es así, ¡qué triste! Me cuesta creerlo. Supongo que algo más del 20% siente que su trabajo realmente le aporta (una especie de Pareto de felicidad laboral) y el resto sufre de una especie de “síndrome de Estocolmo” y declara que sólo es cuestión de dinero, porque carece de un proyecto ilusionante y de jefes con los que merece compartir el día a día.

La cínica Lucy Kellaway escribe en Financial Times (aquí en Expansión) sobre “la felicidad laboral”. Una amiga suya con 20 años de experiencia en los medios se ha colocado de recepcionista y es feliz: no tiene responsabilidades, su rutina es relajante, la gente es simpática, cuenta con tiempo para pensar, se va siempre a las 6 y aunque está mal pagada, gana lo suficiente. Es la felicidad apolínea, la del "fat cat". No la del reto.
Lucy cita otro estudio (esta vez, de la universidad de Warwick) con datos de 80 países, en el que muestran que la felicidad laboral tiene forma de U: la mayoría comienza su trayectoria laboral siendo feliz, va cayendo hasta alcanzar el mínimo a los 44 años (la edad que cumple un servidor este 2008) y después sube a partir de los 50 y sobre todo a los 60 y los 70. A mitad de su carrera, los profesionales suelen sufrir de los “cuatro jinetes de la Apocalipsis”: aburrimiento, miedo, cansancio y frustración. Afortunadamente, no es mi caso ni muchísimo menos.


Lola Salado (que lleva la imagen y la comunicación de eurotalent) está empeñada en que escriba algo sobre “el líder tántrico”. Estoy recabando información. De momento, Verónica Zabala, también en El Economista, ha escrito una página titulada Tantra para disfrutar de manera plena. Cita al cantante Sting, que tras la presentación de su disco Sacred Love confesó que podía hacer el amor durante 8 horas seguidas. Su secreto es el sexo tántrico. El artículo nos da ciertas claves:
- Encuentros largos y relajados, sin ninguna prisa.
- Alquimia creativa: se trata de sentir una espiritualidad libre y divertida.
- Técnica no eyaculadora: el éxtasis no va unido al orgasmo.
- El ambiente es primordial: objetos que exciten los sentidos, velas perfumadas, fuera ruidos, planificación de la velada…
- La respiración: pausada. Cuando uno exhala, el otro inhala.
- Caricias y masajes: lentos, circulares, con movimientos largos.
- Penetración: no es esencial. Dejarse llevar durante unos 30 minutos.
- Si la eyaculación se aproxima, hay que volver a los ejercicios de la respiración y a las suaves caricias.

Está claro que si acabo escribiendo de liderazgo tántrico, hablaré de serenidad, de perspectiva, de tacto, de crear un ambiente propicio, de la feminización del talento, de fluidez… y no de sexo, que no es mi tema.

Así viene, creámoslo o no, la prensa económica de este día 13, entre rigideces trasnochadas, mercenarios ilusorios, infelicidad laboral y sensualidad oriental.